Guije.com Turquía en la Guerra: De las Luchas del Siglo XIX a la Primera Guerra Mundial en la Bohemia del 6 de Febrero de 1944

Turquía en la Guerra, Bohemia del 6 de Febrero de 1944, Cuba


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«Turquía en la Guerra», Bohemia del 6 de Febrero de 1944


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Turquía en la Guerra:

De las Luchas del Siglo XIX a la Primera Guerra Mundial
por José María Capo

Este artículo comienza en la página 12
de la edición de Bohemia, Cuba, del 6 de Febrero de 1944

Mehmed VI Vahdettin en Turquía en la Guerra en la Bohemia del 6 de Febrero de 1944

“Mehmed VI Vahdettin, trigésimo séptimo de la dinastía de Osmán, último sultán turco, huía una mañana escondido en el fondo de una ambulancia de la Cruz Roja. Se le llamó el Sultán Negro. También fue depuesto como Califa. Con su desaparición principia el renacimiento turco, obra de Kemal Ataturk.”


“La primera reforma de la estructura estatal otomana, realizada por Selim III -iniciada en 1789- es, apenas, un balbuceo aconsejado por las circunstancias de una decadencia precipitada y por el peligro exterior. En el siglo XIX se repite el hecho, debido también a circunstancias parecidas, y en el siglo actual, a la salida de la guerra mundial número uno, queda consumada la reforma de Kemal Pachá, de proporciones grandiosas, pero como consecuencia de una reunión de circunstancian que reflejan los más graves momentos de la nación ya en la agonía. Todas esas grandes crisis, en suma, destacan una fidelidad absoluta de la historia, en la grandeza y la decadencia otomana, que se produce antes por el hecho histórico de la inserción de lo asiático en Europa, que por los propios defectos y virtudes de la política turca.


“El primer contratiempo de nota, después de las cruzadas de la antigüedad, la hallamos en las intercesiones europeas posteriores que, aún tomando otros pretextos contra la media luna, responden a las líneas generales de la política occidental respecto del imperio otomano.


“Selim III comprendió claramente esta situación deduciendo que el declive de su país estaba determinado por el complejo de Europa, o más exactamente, por la evolución cultural de los tiempos, que no había sido capaz de calar la dura costra religiosa del Islam; por tanto ideó, aunque no pudo realizar, una transformación profunda con la idea de colocar a los otomanos al par del mundo occidental. O se proyectaba una rápida asimilación, o las naciones europeas expulsarían a Turquía de las regiones europeas en donde se habían aposentado en el siglo XV, para hundirse nuevamente en las sombras del Asia, como en los tiempos anteriores a Orjan, lo cual, además, acarrearía la pérdida de sus dominios en el África, ya muy penetrada por los países europeos.


“Los obstáculos que se levantaban ante Selim III eran tantos y de tal importancia, que no pudo vencerlos, viéndose obligado a renunciar a favor de su primo Mustafá IV, pereciendo después en el propio Serrallo de Constantinopla, donde había sido guardado como prisionero. No obstante, la revolución a su favor, encabezada por Mustafá Bairaktar, el Pachá de Ruschuck (Transilvania), triunfó, ascendiendo al trono un hermano de Mustafá IV, Mahmut II, quien recogió las ideas de Selim III, imponiendo la asimilación de la cultura occidental, no sin verse obligado a ahorcar a su hermano Mustafá IV, que había retenido prisionero en palacio.


“La fundación de otros cuerpos del ejército en oposición a los jenízaros, que ya había suscitado revueltas sangrientas contra Selim III, produjo nuevas revoluciones contra Mahmut II (en 1809, principalmente). Como las anteriores, estaban alentadas por los ulemas y los jenízaros, como consecuencia de una acción violenta y despótica. Se produjeron los levantamientos de Servia, Montenegro, Grecia y Albania. Los excesos de las fuerzas decadentes llevaron a más: la rebelión griega particularmente -producto de los actos realizados en Constantinopla contra el clero ortodoxo se tradujo en una ola de indignación en Europa y la ayuda a los griegos. El episodio de Navarino, con la destrucción de la escuadra turca, es característico del momento histórico más difícil de la nación.


“Mahmut tuvo que hacer frente aun a otros graves acontecimientos de índole internacional, contándose entre los principales la sublevación de Alí Pashá, el gobernador de Janina (en Albania), la guerra contra Rusia -cuyas tropas llegaron hasta Andrinópolis-, la nueva insurrección de los jenízaros con el asesinato de 20,000 de ellos, la insurrección de Egipto, un nuevo conflicto con Rusia, cuya escuadra ancló ante el Bósforo, etc. Mahmut fallecía en medio de la tormenta más terrible, sin poder detener el desmembramiento del imperio y dejando el trono a un niño de 16 años, Abdulmechit, que debía enfrentarse a la traición de uno de sus almirantes consistente en la entrega de su escuadra a las fuerzas de Mehmed Ali, el gobernador de Egipto. ¡Pero la reforma tuvo que continuar!


“Abdulmechit se ciñó a las fórmulas elaboradas por sus antecesores. El imperio no tenía otra salida. Los órganos más importantes del estado iban lenta, pero inexorablemente, hacia su total anquilosamiento.


El sultán Abdulmechit como apare en el artículo en Turquía en la Guerra

“El sultán Abdulmechit, dirigiéndose a la mezquita después de la declaración de guerra a Rusia. Abdulmechit tuvo que afrontar varias guerras y continuar las reformas de Selim, ya el imperio en franca decadencia.”


La primera gran reforma


“En noviembre de 1839 y en presencia de todo su gobierno, de los representantes de las potencias amigas y de los patriarcas de las comunidades extranjeras, se dio solemne lectura al decreto imperial (Khat i sherif) de Gulhané, que serviría de base a la nueva Constitución inspirada por Mahmut II, tendiente a la supresión de los señores feudales, la reducción y regularización del poder de los ulemas y la asimilación o absorción de los jenízaros por las restantes unidades del ejército. ¿Cuál era el alcance de estas reformas?... Kemal Pachá ha confesado después que su revolución había tenido en cuenta los vicios que no pudieron suprimir los sultanes. Conviene, para mejor comprensión de la moderna Turquía, observar aquella reforma aunque ligeramente. Así quedará, por lo menos, establecida la cronología de las fundamentales modificaciones que han hecho de Kemal Ataturk el primer revolucionario de nuestros tiempos.


“La idea del "Tamzimat" (la reforma), se basaba en los siguientes puntos, encaminados a modificar absolutamente la estructura del Estado otomano.


“El sultán se transformó en el representante y depositario de la ley, que podía modificar, pero sin alterar su sentido. Podía ejercer una doble autoridad: la legislativa y administrativa, utilizando los personajes más eminentes como sus representantes, entre ellos el Sadrid-a-zam (Gran Visir) y el Mufti, o Jeque-ul-islam (la autoridad político-religiosa). El Gran Visir era un cargo instituido en el año 132 de la hégira (750 de J. C.) y su autoridad absoluta, desde entonces -administrativa, militar, política- fue alterada en el sentido de que había de compartirla con otros jefes, nombrados por el sultán. El jeque-ul-islam quedó investido a la vez de autoridad judicial, dando su "fetva", o sanción, a los decretos de las cortes. Un "diván" o Sublime Puerta se creó como Consejo Privado, organismo muy parecido al que funcionó muchas veces en España y Francia, pero que en Turquía se asimiló a lo que podemos llamar un Ministerio. Tal Consejo se integraba con otros diez, agregados a diferentes ministerios -con excepción del de Negocios Extranjeros-. Eran el Consejo de Estado y Justicia, el de Instrucción Pública, el Supremo de Guerra, la Inspección de artillería, el Almirantazgo, el Tribunal de Cuentas, Obras y Utilidad Pública, Minas, Policía y Fábricas Militares. Como se observará, aun prevalecía la costra dura del militarismo- que si había hecho de Turquía la primera potencia armada de Europa, resultaba ahora francamente incapaz de rehabilitar al país. La reforma resolvió, igualmente, el problema, de la administración del imperio, dividiéndole en 36 gobiernos (los llamados Elayetos), subdivididos en provincias, llamadas "livas" o Sandjacatos a los que seguían otras subdivisiones equivalentes a distritos... Pero la reforma no podía ser exclusivamente una yuxtaposición orgánica, si no afectaba a lo más profundo: el poder religioso.


“Con anterioridad, este poder alcanzaba hasta el Sultán, mediatizado cuando no dirigido por los ulemas (el clero). Es por ello que en la nueva organización y para evitar los excesos de los fanáticos, la ley religiosa y la civil quedaban perfectamente deslindadas aunque su interpretación tuviera como origen la persona del Sultán. Si la ley teocrática se basaba en el Alcorán y las decisiones legales de los primeros cuatro califas que aplicaban los cuatro grandes "imanes" en los tres primeros siglos de la Hégira, su interpretación, en la reforma de Abdulmechit, dependía de los jurisconsultos, que confeccionaron el Código Penal (en 1840), lo que equivalía a la absoluta absorción del úkase personal de los ulemas, por una ley dominante y paralela, para todos. Estas particularidades sirvieron también para regir el comercio, cuyo Código quedó incluido en la nueva estructuración legal.


Mehmed Reshat (V) en Turquía en la Guerra

“Mehmed Reshat (V), hermano del Sultán Rojo, a quien sustituyó en 1909. Hombre blando y sin personalidad, se entregó en brazos de Alemania. Bajo su reinado perdió los Balcanes, Trípoli, la Cirenáica, Siria, Palestina, el Dodecaneso y con la guerra europea número uno, precipitó el imperio a la total ruina. Murió entre los escombros de la guerra.”


“La instrucción, a su vez, se ajustó casi a los programas occidentales; se organizó la primaria, la segunda enseñanza y la enseñanza superior, instalándose numerosos centros docentes en los que se respetaron los idiomas regionales -el griego, el armenio, el judío, el servio, el albanés, el árabe, etc. En esas fechas -después de la amputación de Egipto, de Grecia, de Servia, etc., el imperio otomano se dividía en las siguientes razas, arrojando una suma de cerca de 37,000,000 millones de habitantes; 2,100,000 turcos en Europa, 10,700,000 en Asia; 1,000,000 de griegos en Europa y otro millón en Asia; 400,000 armenios en Europa y 2,000,000 en Asia; 70,000 judíos en Europa y 80,000 en Asia; 6,200,000 eslavos en Europa; 4,000,000 de rumanos en Europa; 1,500,000 de albaneses en Europa; 16,000 tártaros en Europa y 20,000 en Asia; 900,000 árabes en Asia y 3,800,000 en Africa; 235,000 sirios y caldeos en Asia; 30,000 drusos en Asia; 1,000,000 de kurdos en Asia; 85,000 turcomanos en Asia y 214,000 gitanos en Europa. A despecho de haberse producido ya la decadencia, nótese la resta; cuando Kemal Ataturk dio por terminada su reforma, al final de la guerra civil, el antiguo imperio contaba escasamente catorce millones de habitantes, aunque su potencia era una cosa concentrada, homogénea y animada por una psicosis patriótica que recordaba los tiempos de la llegada de los otomanos a Occidente.


“Todas aquellas masas, representantes de otras tantas psicologías; los terribles contrastes de sus caracteres, con los del suelo y costumbres quedaron, sino aglutina, dos, por lo menos satisfechos momentáneamente, sustituyéndose un poder de derecho divino por el de la autoridad delegada, que era responsable ante las leyes y que de ellas habría de hacer un culto, en el propio ejercicio de la función. Pero, ¿seria suficiente esta aparentemente profunda transformación para el renacimiento del imperio poco menos que en derrumbe?


“Hay pocos ejemplos en la historia de las revoluciones fructíferas desde el poder. Pocas de ellas cuajan en el alma del pueblo. Esto era aun mucho más difícil en Turquía, que había sobrevivido guiada desde una cumbre de casta ajena a unos súbditos de la más encontrada condición y raza. Por la diversidad de aspiraciones y necesidades, Turquía estaba muy lejos de hallar una concéntrica emoción patriótica lo suficientemente profunda para coincidir en el interés común de salvar el imperio. Aparte que el gobierno de una casta, si ésta es militar con más motivo, es incapaz de requerir sinceramente la colaboración de todos, aunque la integridad del país se halle en peligro. Los propios Balcanes, ya emancipados en el siglo XX, nos han ofrecido espectáculos parecidos al de Turquía...


Agia Sofía presentada en el artículo Turquía en la Guerra en la Bohemia del 6 de Febrero de 1944

“Agia Sofía, la catedral de la cristiandad, en la que los otomanos de Mehmed el Fatitch (El Conquistador de Constantinopla) marcaron sus brocados árabes, con la firma del gran arquitecto Sinan. El minarete turco parece inclinarse ante una de las entradas de las ciclópea construcción cristiana, la primera en su tiempo.”


Hacia la catástrofe última.


“Las razones anteriores nos anticipan claramente que todos los esfuerzos de Abdulmechit, tendientes a detener la caída del imperio, habrían de resultar vanos, pues que la reforma, con ser tan amplia, resultaba insuficiente, de acuerdo con las exigencias de los tiempos, para atajar los males que la justificaban; males urgentes, en verdad incurables, todos de procedencia exterior.


“La política rusa de todo el siglo XIX y aún del XX en relación con Turquía, estaba bien clara cuando el sultán decidió recurrir a Inglaterra en busca de ayuda. Si los zares habían socorrido a los otomanos a principios del siglo XIX, ofrecíase después con una claridad meridiana el propósito: Rusia, ante todo, estaba procediendo por etapas perfectamente eslabonadas, encaminadas a lograr una influencia decisiva y una expansión en los Balcanes, a costa del viejo imperio otomano.


“Primero apoyó decididamente a sus hermanos de raza instalados en los Balcanes, hasta lograr la formación de los principados danubianos -Rumania, Bulgaria, Servia-, como paso previo para la independencia. Y cuando estos fines fueron conseguidos, buscó nuevos motivos en la vieja cuestión de los Santos Lugares; cuestión de apariencia capital, pero en verdad insuficiente como justificante de una guerra. El pleito religioso en el que Europa había consumido tantas energías y hombres, desde el Medioevo, adquirió nuevos caracteres después de la toma de Constantinopla por los otomanos; pero cuando Pedro el Grande creó un Santo Sinodo Nacional y dejó de ser Rusia, en consecuencia, feudo del clero ortodoxo griego, cuyo patriarca tenía su sede en Constantinopla, los rusos -que si no producían un nuevo cisma, si ofrecían el espectáculo de una iglesia nacional no dependiente de jerarquía extraña alguna- aspiraron constantemente a una nueva cruzada, consistente en exigir en Jerusalén sus propios templos, mantener su propio clero y, lo que es más importante, recabar el derecho de extender toda clase de garantías, reservadas exclusivamente al imperio otomano como dueño absoluto de aquellos territorios.


“La diplomacia autocrática rusa de finales del siglo XVIII y principios del XIX expresó en todas las formas imaginables esta aspiración, concluyendo por amenazan con la guerra para darle satisfacción.


“La invasión de la Moldavia y la Valaquia por las tropas rusas, fue ya una consecuencia directa de esta cuestión; pero, confiado ya su resultado a las armas, el príncipe Menchikoff, embajador especial del Zar Nicolás ante el sultán pidió mas después solicitó de Turquía el derecho de ejercer la protección de todos los súbditos de su raza incluidos en el territorio del Sultán.


“Semejante alegación, como se sabe, no fue más que un nuevo pretexto para la guerra. Los diplomáticos rusos ya habían intentado un reparto de la Turquía europea, con Inglaterra, reservándose Constantinopla y los estrechos, lo que provocó la declaración de guerra franco-inglesa, famosa en los anales de las grandes conflagraciones por la lucha en Crimea y el prolongado sitio de Sebastopol. Gracias al Tratado de París, que puso fin a la contienda, y en el cual aun pudo el imperio otomano figurar al par de las grandes potencias, Turquía parecía conservar, por lo menos de jure, la integridad de su imperio. Pero, en verdad, tal victoria no fue más que un alto en el derrumbamiento turco. El sucesor de Abdulmechit aun pudo, mostrar el rostro optimista del imperio; Abdulazis visitó París -hecho único en la historia de los sultanes turcos-; pero llevar las reformas de tipo occidental hasta ese extremo le costó el trono. Una conjura encabezada por Mithat Pachá le destronó, nombrándose a Murad V, hijo de Abdulmechit. Días después de estos sucesos, Abdulazis parecía como "suicidado", abriéndose las venas.


“Poco pudo durar Murad V en el poder: Abdulhamit, su hermanó, lo reemplazó en 1876, reteniéndolo prisionero por espacio de 27 años. El imperio, a su vez, quedó poco menos que hipotecado a los miembros de la coalición, que vencieron en Crimea, Francia e Inglaterra.


“Las reformas, con este soberano -que resultó un político muy astuto- extendieron su área al campo político: creó el primer Parlamento turco, formado por dos cámaras, la de senadores y la de diputados, pero sólo de carácter consultivo. Las leyes eran elaboradas por el Sultán, algo así como la famosa Asamblea Consultiva organizada por el dictador Primo de Rivera en nuestro siglo y como esas Cortes que acaba de estrenar el no menos famoso gauleutier del Ferrol, Franco. También en este aspecto esa cosa de España imita aquella turquería de Abdulhamit; no fue en verdad, más que un aparato tras del cual se escondía la más brutal y violenta dictadura personal... Abdulhamit tuvo que hacer frente aun, a otra guerra con Rusia...


“En esta ocasión las tropas del Zar llegaron a San Estéfano, un barrio de la propia Constantinopla; y aunque las tropas otomanas al mando del heroico Osman Pashá se defendieron briosamente en Plevna y las bajas sumaron docenas de millares, se evidenció claramente que el imperio iba cayéndose a pedazos.


“El tratado impuesto por Rusia despojó a Turquía de todos los territorios europeos; aunque fue revisado en la conferencia de Berlín (en 1878), púsose de relieve nuevamente que el país quedaría hipotecado a los mismos mediadores, enquistado en la existencia de Europa sólo a título de protegido, y eso gracias a las rivalidades de las demás potencias.


“En suma: Turquía, después del tratado berlinés, quedaba reducida a un protectorado británico-francés. La independencia de Servia -que se vio forzada a conceder Turquía- y los acontecimientos posteriores hasta la primera guerra mundial pregonan a las claras que la nación estaba ya herida de muerte, dependiendo en un todo la existencia del imperio de la ayuda exterior a través de "La Administración de la Deuda Otomana", organismo creado para repartirse los ingresos del magro tesoro, regulando las deudas de carácter internacional y dejándole al Sultán lo que buenamente querían las potencias interventoras de occidente.


“Parece una paradoja cruel el hecho de que el hombre que creara la primera expresión de soberanía del pueblo en Turquía, fuera el mismo que, andando el tiempo recibiera el merecido título de Sultán Rojo. Pero fue así: Abdulhamit resultó un tenaz enemigo del progreso de su pueblo; no titubeó en ir entregando el país a los extranjeros y hasta pensó en un retorno al Oriente de sus mayores, buscando unas fuerzas de que el Oriente carecía ya, extinguidas en el alma y el corazón del Islam.


“En 1894 se comprueban, por primera vez, los síntomas de una agitación revolucionaria profunda. Fuerzas modernas de la juventud conspiran a la manera occidental. Comités armenios, organizados por los revolucionarios rusos ponían en peligro constantemente la estabilidad del imperio. La opresión de los kurdos, alentada por la Puerta, produjo matanzas que estremecieron a Europa. Es entonces cuando se destacan ya los comités secretos de acción llamada "directa", encaminada a suprimir la tiranía del Sultán Rojo. "Unión y Progreso" es uno de ellos, o mejor dicho, la única sociedad secreta de prestigio, perfectamente organizada en Salónica con el pretexto de "expulsar" a los extranjeros, promover una nueva Constitución y rescatar el alma del país mediatizado y tiranizado". Debe entenderse, por la propaganda de ese y otros comités, que decir extranjero equivalía necesariamente a decir inglés.


"Unión y Progreso" y los "Jóvenes turcos".


“"Unión y Progreso" se fundó secretamente en Salónica, la ciudad y puerta griegos aun en poder de Turquía; integrábanla, aparte políticos jóvenes, educados la mayor parte en Alemania, perfectamente innominados, oficiales jóvenes del Ejército, muchos de ellos producto de las academias militares germanas. En su primera manifestación de fuerza, lograban ya, la implantación de la Constitución de 1876; pero no tanto por su potencia revolucionaria y arraigo en el pueblo como por el estado de descomposición del imperio. Cuatro meses después de restaurada la Constitución, puede decirse que el Parlamento dejaba de funcionar, como había ocurrido con el primero. En verdad„ lo que en ese momento ocurría no era más que la consecuencia de una intercesión alemana, cuya "marcha a Oriente" habíase iniciado con el viaje del Kaiser a las tierras turcas, sirias y palestinas... El resultado de esta constatación fue rápido: los "Jóvenes Turcos", o sea, los oficiales del ejército de la "Unión y Progreso", encabezados por Shevket Pashá sublevaron las tropas, entrando en Constantinopla el 29 de abril de 1909. El Sultán Rojo fue destituido inmediatamente y reemplazado por su hermano Mehmed Reshat (Mehmed V).


“Desde 1909 a 1911, puede decirse que toda la política turca se limita a un forcejeo tenaz entre dos influencias exteriores; pero, por su conducta, el nuevo gobierno estaba, desde luego, llamado a fracasar. Los "Jóvenes Turcos" no aportaron nada original a la gobernación del imperio, postrado de antemano. El absolutismo del Sultán halló en esos aparentemente nuevos gobernantes, no un dique, sino un cauce. En 1911 caía, por último, el gabinete y la Tripolitania y la Cirenáica eran arrebatadas fácilmente, por Italia, en una guerra que sirvió, por lo menos a uno de esos reacios elementos nuevos -Kemal Pachá para medir en toda su extensión el grado de postración en que había caído su pueblo. Las tropas se defendieron en el desierto interior de Trípoli; hubo actos de valor, heroicidades inútiles, pero la guerra estaba perdida de antemano. En 1912, Bulgaria -independizada absolutamente en 1908-, Servia, Grecia y Montenegro declaraban la guerra a Turquía, iniciando unas operaciones fulminantes encaminadas a objetivos políticos largamente elaborados.


“Con un ejército numeroso, pero desorganizado y mal armado, los primeros choques demostraron que la guerra sería de escasa duración y la derrota de Turquía cierta... Los búlgaros, en la ladera del Mar Negro, alcanzaron pronto las líneas fortificadas de Chatalja, cerca de la capital de Turquía, mientras los servios se derramaron por Macedonia y los montenegrinos rebasaban las líneas fronterizas, amenazando toda Albania. Perdido el contacto con Bosnia y Herzegovina, anexadas por Austria-Hungría en 1908, puede decirse que el viejo imperio otomano era empujado decididamente a los estrechos de los Dardanelos, quedando en peligro la capital, tanto por el avance sobre el Mar Negro, como por el que seguía la orilla occidental turca del Egeo. La paz, tras la derrota fulminante, se firmó el 30 de mayo de 1912 en Londres, obligando la cesión de todos los territorios, europeos más al occidente de una línea que, partiendo de Midia, en el Mar Negro, llegaba hasta Enos, sobre las aguas del Egeo. El viejo ideal de los cruzados europeos del Medioevo y de los países centrales europeos, consistente en expulsar a los turcos de Europa, estaba a punto de realizarse. Rusia, si veía por un lado que se le escapaba la presa de Constantinopla, complacíase con la derrota turca a manos de los representantes de su raza. Todo parecía indicar que se iba a cerrar otro largo ciclo histórico de Europa, pero...


“La disputa suscitada después entre los pequeños países balcánicos victoriosos dio lugar, a la reocupación de Andrinópolis por los turcos y al tratado de Bucarest, que devolvía a los otomanos las islas de Imbros y Tenerlos, a la entrada de los Dardanelos, y la de Castellorizo, junto a las costas de Anatolia. Turquía, en suma, trunque postrada, era un cadáver difícil de enterrar.


“El asesinato de Nazim Pashá, ministro de la guerra, llevo los "Jóvenes turcos" nuevamente al poder. Como el testimonio "físico" de todas las desgracias en su tierra estaba en Inglaterra y Francia, estas agrupaciones volvieron los ojos con una ansiedad delirante a Alemania, buscando aquello mismo que rechazaban e imputaron a los sultanes decadentes: la influencia exterior.


“Es precisamente debido a esta influencia que al final de 1913 una misión militar alemana mandada por el general Liman Von Sanders llegaba a Constantinopla con el encargo de reorganizar ampliamente el ejercito turco, a la vez que dos cruceros alemanes, el "Goeben" y el "Breslau" hacían su aparición en el Bósforo, para "instruir a los jóvenes marinos turcos", según la versión oficial ofrecida, pero en realidad para tomar posesiones decisivas en la guerra mundial número uno, que se estaba ya dibujando en el horizonte de Europa. ¿Qué había podido ocurrir para que la política turca, guiada precisamente por las fuerzas llamadas nuevas buscara en los estertores del imperio, una injerencia extraña más?


“La alianza germano-otomana formalizada en secreto años antes por los viejos políticos iba a entrar en funciones, apoyada precisamente por los enemigos de las injerencias extrañas. Si podía justificarse en Turquía, que había jugado ya todas sus cartas y se hallaba ante el dilema de enterrar la nacionalidad o llevar a cabo una revolución capaz de rehabilitar el país -como la de Kemal Pachá años más tarde-, jamás se explicará suficientemente que los elementos nuevos atrajeran otra injerencia exterior, sumada a las que ya sufría el país. Pero los "Jóvenes turcos" dieron esta explicación: Turquía necesitaba pactar aunque fuera con el diablo, que en este caso era Alemania, con sus designios pangermánicos dirigidos a las India, a través de Turquía y los países, fronterizos. En tal sentido, la primera decisión habíase tomado ya, años antes, con la constitución de la compañía para la construcción del ferrocarril, Berlín-Bagdad.


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Última Revisión: 1 de Febrero del 2005
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