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En la Asamblea Constituyente
Este artículo comienza en la página 4
de la edición de Bohemia, Cuba, del 28 de Febrero de 1940

«El Dr. Ferrara a su llegada a la Asamblea Constituyente después de retirar la renuncia que había presentado en su gargo de Delegado. Le acompaña el Senador Hornedo.»

EL PROYECTO DE LA COMISION

El lunes se dio cuenta en el hemiciclo del dictamen de la Comisión Especial sobre las magistraturas. Pero ese día se acordó un receso de cuarenta y ocho horas para entrar en el fondo del problema. Escribimos, antes de la sesión anunciada para el miércoles 21 y no es posible adelantar nada acerca de ese dictamen y de la organización que se dará a las magistraturas del Estado. No obstante, ofrezcamos una visión de conjunto, sin aspirar al vaticinio, porque nuestro comentario se fijará sobre el hecho cumplido.

Con el dictamen referido conoció la Asamblea numerosos votos particulares. Esto indica que no faltan las divergencias a la hora de componer la Constitución. No tratamos de censurar a nadie, porque aun no hay perspectiva suficiente para el enjuiciamiento, ya que las primeras sesiones de la Asamblea no han tenido un neto carácter de elaboración constitucional. Pero no cabe duda que la política está penetrando en el recinto de la Convención. Es un error. Es la política del viejo repertorio la que asoma su faz, cuando se desencadena una batalla a favor de la permanencia de los Consejos Provinciales. Positivamente, el pretérito tiene muy firmes raíces y ellas aparecen a cada instante para cohibir los mejores impulsos. Es la política en su forma más ramplona y más subalterna la que hace oír su vez, cuando en un voto particular suscrito por varios delegados de la Coalición se demanda el aumento de los senadores. ¿Es qué se va a hacer una Constitución o lo que se pretende es multiplicar las posibilidades electorales? El síntoma es desagradable. Está bien la cordialidad. Pero no descendamos a lo excesivamente placentero. Para decirlo de otra suerte: lo electoral no puede tener primacía sobre lo constitucional. Los trabajos constitucionales tienen que romper valerosamente las amarras con lo electoral. Si esto último prevaleciera. El esfuerzo constituyente correría el riesgo de la frustración. Y eso hay que evitarlo por encima de todo, cueste lo que cueste. Lo urgible es redactar una Constitución, forjar un instrumento. Después habrá tiempo para que, cada cual, en uso de su legítimo derecho, se incorpore a la carrera electoral. Por ahora, hay que olvidar de las actas de representantes y de las curules senatoriales. Sin embargo, de triunfar ciertas fórmulas -habida cuenta que será preciso contar con la existencia de la mitad del Congreso- vamos a tener un Senado henchido y una Cámara más abundante que nunca. Es decir, más cargos, a cubrir, más actas. De nada vale decir que los legisladores, a tenor de la nueva Constitución, sólo ganarán trescientos pesos al mes. La calentura no está en la ropa. Porque es evidente que, a medida que un Cuerpo Legislativo multiplica sus miembros, ensancha las fuentes de dificultad. Una contradicción está apareciendo ante los ojos de todas: durante largos años se ha demandado la reducción parlamentaria. Algunas fórmulas que apuntan en la organización de las magistraturas, olvidan el principio de la reducción y se dedican a la multiplicación. Esto ocurre seamos veraces porque lo electoral está predominando sobre lo constitucional.


«El señor Pelayo Cuervo del P.D.R. en una de sus intervenciones. En primer término la doctora Coll y nuestro compañero Manolo Braña.»

PUERILIDAD

Este dictamen de la Comisión Especial comenzará a ser tratado en la sesión de hoy miércoles 21. Las sesiones anteriores, por lo tanto, no han tenido una verdadera sustancia. Pero en esa misma sesión del lunes, ya al entrarse en el verdadero conocimiento de la elaboración constitucional, aún se recayó en métodos adjetivos y defectuosos. Por ejemplo, el señor Quintín George, delegado liberal por Oriente, desvió un debate hacia lo pueril. El señor George consumió tres kilómetros de palabras, una hora absurda y un cargamento de saliva, para ofrecer el espectáculo de un ocio delirante. El señor George pretendió demostrar que la Asamblea Constituyente tenía un vicio de origen, porque estaba efectuando sus sesiones en el Capitolio y no en el local que le asignó el Código Electoral, en la calle de Muralla. El señor Quintín George quiso esparciar el terror: desde el momento que la Convención trabajaba en el hemiciclo camenal todo era nulo y sin validez: las actas de los delegados, la soberanía de la Constituyente, la elección presidencial del doctor Grau. Se comprende la maniobra. Pertence al género inofensivo Pero habiendo consumido largo tiempo en la exposición de lo trivial, es una maniobra que pertenece al género fastidioso.

En el renglón gastronómico existe un plato elemental que no demanda grandes cuidados, que no exige una larga meditación ante las hornillas. Es la sopa de ajos. Pues bien, tened por seguro que el señor Quintín George, con sus fantasistas elucubraciones del lunes, acerca de la nulidad de la Asamblea Constituyente, no es el inventor de la sopa de ajos.


FERRARA EN EL HEMICICLO

En el rubro de esta sección de miércoles a miércoles cabría perfectamente un comentario sobre la actitud de la Asamblea rehusando la renuncia del doctor Ferrara Pero el tema, con ser bello, envejece. Lo nuevo será la intervención de aquel en los debates. ¿Resucitará en Ferrara el hombre de otra época? Es difícil. Se ha producido, indudablemente un “volte-fáce” en su vida, porque de la lapidación ha pasado a la apoteosis. En la sesión del lunes, después de la rehabilitación y del gajo del laurel acaso el suceso más directo como promoción de la cordialidad se presentó en el hemiciclo. Un cronista de la Constituyente le anota una actitud: la del saludo a todos, saludo prolijo, a derecha, a izquierda, a los delegados, a los pupitres vacíos, a los policías. Sin embargo, no es creíble que de aquí, al término de la Constituyente, permanezca en la misma situación. Hablará, actuará, se intercalará en un debate, recitará una frase en latín o hará una cita de Maquiavelo, del excelente y juicioso Nicolás Maquiavelo, patrono de los hombres de Estado. Pero no es necesario hiperbolizar. Ferrara se siente viejo. El noble gesto de la Asamblea Constituyente debe haberle proporcionado un minuto angélico. Después de eso, no hay que retar al destino ni forzar los acontecimientos. Algunos creen que Ferrara se tirará con ardor combativo en los debates. Algunos creen, pensando en el pasado, que un día lanzará contra un delegado cualquiera una réplica fulgurante, una “boutade”, un escarnio, a la manera que en 1910, en plena Cámara, sacudía al señor Ibrahín Urquiaga como pesado fresco, con melena y chaqué. No. Los tiempos son otros. Y él mismo debe haber cambiado profundamente. La vejez es siempre propicia para los afanes contemplativos, para los silencios plenos. Hoy está en la Constituyente, cuyas puertas le han sido abiertas no por los sufragios de las Villas, sino por las voces de la Revolución. No es necesario cometer imprudencias. De no cometerlas, el futuro le será suave y magnífico: un crepúsculo apacible, la publicación de dos o tres libros madurados en la meditación, tal vez la Embajada de Washington.


FINLANDIA

En la orden del día de la sesión anunciada para el miércoles 21, aparece inscrita la moción del señor Eddy Chibás “sobre adhesión y simpatía de la Convención a Finlandia”. Repetimos, una vez más, que escribimos estas líneas en la mañana del miércoles. Los resultados de este debate porque nadie duda que lo habrá en torno de esa moción los conocerá el lector cuando este número de Bohemia se encuentre en la calle. No es, desde luego, una materia de elaboración constitucional.

Se trata de un “hors d'ouevre” que ha avispado la curiosidad. ¿Cómo actuará el grupo comunista, en la Asamblea, frente a esta moción generosa, que parece proponerles a aquellos un sujeto de controversia y un motivo de explicación?

Entre otras cosas en esa moción, firmada por los señores Chibás, Prío Socarrás, Ochoa y Acosta, delegados del Partido Auténtico se dicte lo siguiente: Por cuanto es notorio que la República de Finlandia está siendo objeto de una agresión imperialista, improbócada y gratuita por parte de un Estado que no obstante sus pretensiones en contrario ha atropellado los más elementales derechos internacionales y los más sagrados principios democráticos, desatando sobre su vecina República de Finlandia una invasión sangrienta que ha alterado violentamente la paz en esa nación progresista, pacífica y ejemplar: Por tanto: Los delegados que suscriben, en nombre de un elevado principio de solidaridad democrática internacional, completamente ajeno a todo cálculo político interno y circunstancial, proponen a la Convención Constituyente la simiente moción: “Que por esta Asamblea se envíe al Gobierno de Finlandia un mensaje expresivo de la profunda simpatía con que el pueblo de Cuba contempla la heroica resistencia del pueblo finlandés en defensa de su dignidad e independencia y los votos que el pueblo de Cuba hace por el triunfo de esa causa nobilísima”.

No cabe duda que esa moción reclutará los votos de auténticos, menocalistas, cenedistas y marianistas, liberales, nacionales, cenedistas y el del delegado realista. ¿Pero cuál será la actitud del grupo comunista ante esa moción que condena al Estado agresor? ¿Impugnarán la moción? ¿Se limitarán a salvar sus votos? Tal es el problema. Un problema que mira hacia Finlandia, hacia la democracia internacional y hacia una zona de la vida cubana. Porque hace unos días, el señor Blas Roca afirmó que ellos eran “hombres libres y no siervos de la Tercera Internacional”. Excelente oportunidad para demostrarlo, para probar que esa servidumbre no existe.




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Última Revisión: 1 de Junio del 2004
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