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Panorama de los Exiliados Cubanos en Miami
Este artículo comienza en la página 14
de la edición de Bohemia, Cuba, del 25 de Febrero de 1934

«El Chino Seijas, Pepe Zimmermann y
Louis Novan, sonríen a la divette cubana Claudina Novoa, en las playas amables de Miami» en el artículo «Panorama de los Exiliados Cubanos en Miami»

Los cuadros de la reserva del A. B. C. no han sido desmovilizados. - Aeroplanos, tanques, ametralladoras y fusiles guardados en los acantonamientos. -Los campos de ejercicios están siendo atendidos. -Situación de los machadistas. -Se han desvanecido, como por encanto, las grandes fortunas atribuidas a los íntimos de Machado. -Los ricos son unos pocos y viven apartados de los pobres. -Machado y Carlos Miguel de Céspedes en apuros de dinero. -El Dictador tuvo que pagar ciento cincuenta mil pesos por el rescate de los bonos que guardaba en el Banco Comercial. -Fueron rotos los sellos de la caja de seguridad. - Otras noticias de los exilados cubanos.


Han pasado quince días desde la toma de posesión del coronel Mendieta. Los periódicos de esta localidad y los de New York han publicado un resumen de los Estatutos Constitucionales, y los decretos que tienden a normalizar la vida civil de Cuba, con su consecuente espíritu de tolerancia y reconciliación. Sin embargo, la colonia cubana residente no parece disminuir. Tampoco cede un ápice la tensión expectante que encontré al llegar a ésta, y la conciencia de lucha acecha la oportunidad de poner todas las cartas sobre la mesa y hacer un análisis de responsabilidades, agravios e injusticias. Este hecho me llamó principalmente la atención en el grupo abecedario. No obstante que Martínez Sáenz es parte del gobierno “Conjunto Revolucionario”, que los líderes de la agrupación embarcaron para la Habana, subsiste en Miami el esqueleto y los cuadros bélicos que los bravos muchachos habían acumulado para caer un día sobre el gobierno de Grau e imponer, por la fuerza; la modalidad psicológica de sus aspiraciones y el imperativo de cubanización de la manera que lo entienden y sienten.

Aquí está, como en los ejércitos de reserva, la armazón del programa que se propuso desarrollar en un futuro más o menos inmediato. En las naves de los aeródromos descansan los aeroplanos de bombardeo, de dos motores de quinientos caballos, iguales a los de la armada norteamericana. En el canal Sur de la ciudad, junto al muelle de la carretera que comunica con Key West, reposan los dos barcos que estuvieron listos para aparecer, con su apariencia inofensiva, frente al Morro habanero, repletos de expedicionarios y de artillería disimulada. En las afueras del perímetro urbanizado, fieles guardianes de Botet, Lagueruela, Castellanos y Bienvenido Martínez, cuidan de los campamentos, de los polígonos de ejercicio y de los campos de tiro. Estibas, cubiertas de encerados, hablan a la imaginación de fusiles y ametralladoras engrasadas y cajas de municiones.

Estos preparativos inducen a suponer que el A. B. C. estima que su hora no ha llegado y que está listo para que suene en el reloj del tiempo y de las realidades nacionales.


«Grupo de damas y exilados cubanos en la estación de Miami, esperando el tren que debía conducirlos a Cayo Hueso, en viaje de retorno a Cuba.»

LOS MACHADISTAS

Lo que más ha llamado la atención es la pobreza extrema de los hombres que pertenecieron al régimen de Machado. La prensa de Cuba pregonó durante años que la oligarquía machadista, principalmente Pepito Izquierdo, Carlos Miguel de Céspedes, Viriato Gutiérrez y algunos otros, con inclusión de los militares de alta graduación y gobernadores, habían acumulado grandes fortunas, repartíanse los “márgenes” de las subastas de la Carretera Central, del Capitolio, de la modernización de la Habana. Yo era uno de los hombres que creía en las fabulosas riquezas de Machado, de Carlos Miguel, de Viriato, de Pepito Izquierdo. Con excepción de Viriato Gutiérrez, que jugaba a la bolsa, con la forma de los decretos de restricción y señalamiento de las fechas para las zafras, ganándose, en veinticuatro horas, millones de pesos, es muy difícil que Machado y Carlos Miguel puedan demostrar hoy que tienen dinero ni en una décima de la proporción que se les atribuye. “Pepito” Izquierdo es un indigente más de los que llenan las calles y suburbios de la gran ciudad de los millonarios.


LOS RICOS

Los machadistas ricos son unos pocos y no llegan a la media docena, y casi ninguno figura en la relación mental que cada cubano se había hecho a principios del año Treintitrés. Son: Alberto Herrera, Sebastián Planas, Alberto Barreras y Manuel Villapol. El general Herrera vive en Jacksonville, en una principesca residencia de la parte Oeste de la ciudad. Allí está con toda su familia, con el boato que le contemplaron los habaneros; numerosos criados y tantos automóviles como personas le rodean.

Sebastián Planas reside en las afueras de Miami, junto a la carretera que une la ciudad con el hipódromo “H. Park”. Es una casa herméticamente cerrada, con un negro uniformado a la puerta que no habla español. Es inútil que usted pregunte allí por el nombre del exdirector de la Renta. Alberto Barreras ha escogido, para consolarse de las amarguras del exilio, uno de los lugares más paradisíacos de Miami: la Playa, “Miami Beach”, a un kilómetro del palacio de Firestone, el magnate de las gomas de automóviles. Es una casa jardín, con palmeras llevadas expresamente del Valle de Yumurí, con macizos de amapolas y tejas coloniales de Cuba. Al frente, se dilata la inmensidad del mar, con su sugerencia de camino abierto a todos los confines del mundo y, también, con su realidad de corriente del Golfo que ha pasado por la Habana, rozando casi los arrecifes que defienden los baños del Vedado. Algunas veces, Barreras mira la masa azul de las aguas, fija su vista en trocitos de madera, en grupos de algas flotantes, en manchas de aceite, y se le antoja que pasea su humanidad a lo largo del Malecón, en el automóvil que condujera tantas veces a Clemente Vázquez Bello, sucesor de éste en la presidencia del Senado, en el manejo del presupuesto, en la jerarquía máxima legislativa del país.


«Un trío de la flota de aeroplanos de guerra adquiridos por las huestes del A. B. C. en territorio norteamericano. Esta fotografía fue tomada, en el aeródromo provisional que se ímprovisó al Sur de Míami y donde todos los días los aviaderes cubanos hacían prácticas de vuelo.»

MANUEL VILLAPOL

El tercero de los ricos es Manuel Villapol, el cordial “Manolo”, que tanto conocen mis compañeros periodistas de la Habana. “Manolo” era el refaccionador oficial de Machado y Viriato. El manejaba el presupuesto secreto del Palacio Presidencial y la Renta de Lotería. En sus oficinas de la calle Aguiar estaba toda la documentación, relaciones de nombres, de cantidades y los expedientes que comprueban el reparto de los miles de pesos que se hacia mensualmente a periodistas, políticos, agentes secretos de la policía, oficiales del Ejército, damas encopetadas, mujeres de la clase humilde y delegados del Gobierno en el extranjero. Villapol cargó con estos documentos y los tiene en Miami. ¿Cuántas sorpresas en estos viejos papeles machadistas?

“Manolo” vive en una de las islas encantadas que colman de belleza la enorme bahía de Miami, cerca de las otras islas que han popularizado Al Capone, Rockefeller y los demás dueños del dinero norteamericano. Hombre de negocios, puso en movimiento en seguida sus reservas de oro y maneja, en estos momentos, uno de los cabarets más famosos y exclusivos de Miami. Un cabaret donde se ha acumulado cuanto pueda hacerle creer al norteño de Chicago que está en un pedazo de la tierra, cubana: son de Oriente, rumberos habaneros, perfume de jardín vedadense y ron Bacardí. Cien mesas rodean el salón de baile, llenas constantemente, desde las once de la noche hasta has cuatro de la madrugada. La copa de licor más barata cuesta un peso. Villapol el Hombre de negocio donde quiera que se halle y, como en la Habana, sigue siendo amigo de periodistas, políticos y cuantos se le acercan. No ha perdido la costumbre de dar, aún cuando ahora es de su bolsillo o el de los clientes de su cabaret.


ERNESTO SARRA

Ernesto Sarrá es otro de loa ricos cubanos que viven en Miami. Según sus íntimos no volverá a Cuba más que ocasionalmente. Se ha instalado aquí, hombro con hombro, a los más poderosos millonarios de Norteamérica. Su palacio de “Miami Beach” es de los mejores. Pagó por él seiscientos mil pesos. Posee otra residencia suntuosa en el barrio exclusivo de la ciudad de Miami. Compró una tercera casa campestre en Long Beach y un hotel en la calle Flagler. Sarrá vino a Miami huyéndole a la revolución. Los hombres que derribaron a Machado entienden que el droguero de la calle de Teniente Rey es demasiado rico, que ha hecho su fortuna fabulosa arruinando y despedazando a centenares de cubanos y extranjeros, y que debe devolver un poco de lo que detenta hoy.

Inconforme con este razonamiento, Sarrá abandonó furtivamente la Habana y vino a esta tierra del capitalismo, del sentido conservador tradicional inglés, de respeto a la individualidad pujante y poderosa, y ha comenzado a poner en práctica los mismos procedimientos que le conocen los habaneros. Su cuenta corriente en el Primer Banco Nacional de Miami pasa de un millón de pesos y se ha asociado con otros banqueros para asegurarse las utilidades de los grandes negocios que controlan los millonarios de Wall Street.

En una conversación con nosotros, manifestó que las perspectivas económicas de Cuba eran muy oscuras, que no había garantías para las inversiones y que no estaba dispuesto a que se interrumpiera, por exaltados y arrivistas, el libre desenvolvimiento de sus capitales. Trabajaré en Estados Unido concluyó, y la expresión de su rostro decía más de su resolución que las mismas palabras pronunciadas.

Pero los miles de casas y otras propiedades de Sarrá están en Cuba, y ahora parece que los cubanos se sienten dispuestos a ajustar cuentas a cuantos usaron de la arrogancia de su poder para enriquecerse desmedidamente.


MACHADO

Al hombre que se le suponía más dinero en Cuba, a quien se le adjudicaba un depósito de Diez Millones de libras esterlinas en el Banco de Londres, parece que no anda muy bien de dinero. O posee un talento excepcional para ocultar la verdad de su fortuna, o ésta no existe más que en la imaginación de los que juzgaron por la apariencia de Rancho Boyeros, la finca “Nenita” y otras manifestaciones de “Nuevo Rico”.

A Machado se le atribuían entradas por estos conceptos: ochocientas colecturías, presupuesto interior de la Renta, 20 por ciento de las utilidades del trust del ganado, una cuota de la Compañía Cubana de Gas y Electricidad y una participación en el margen de las subastas de las Obras Públicas, incluyendo la Carretera Central. Tres o cuatro millones de pesos al año. Un gran total, en ocho años, de veinticuatro millones. ¿Tiene esa cantidad? ¿La perdió? ¿Nunca la tuvo?

La paciencia, pregonada hasta por sus enemigos más encarnizados, es que no cuenta ni con lo suficiente para sostenerse en un plano de hombre rico modesto, frugal y de gustos sencillos.

Los que lo acompañaron en la odisea de Rancho Boyeros al Canadá, por Nassau, aseguran que no llevaba más dinero que unos sesenta mil pesos, y que su necesidad económica en el Dominio Inglés y posteriormente en territorio norteamericano, lo obligó a echar mano de lo único que se le supone tiene. Esto es: los valores depositados en una caja privada del Banco Comercial.


«Los cancerberos del A. B. C. instalados a la puerta de uno de sus campamentos. Detrás de ellos esperan las cajas de municiones y ametralladoras. Puyol, que sostiene en sus manos «Denuncia», es el jefe del Campamento. Pepe Zimmermann cree que su carga es más preciosa y Estévez luce su irreprochable elegancia.»

COMO OBTUVO ESTE DINERO

Según confesión del propio Machado, los valores depositados en el Banco Comercial ascendían a unos ochocientos mil pesos: cuatrocientos cincuenta mil en bonos de Obras Públicas, y el resto, hasta la cantidad total, en joyas de su familia. Apremiado por la necesidad de efectivo, trató de obtener, por conducto de sus amigos A. Maestro y Panchito Machado, gerentes de la firma Mestre y Machado, los valores y joyas depositados en el Banco. Para ello se empezaron negociaciones con el Administrador de la institución de crédito, señor Zalaya. Este accediera a consentir la extracción de los valores mediante un descuento a su favor ascendente a ciento cincuenta mil pesos.

Es bueno que el público sepa que las cajas de seguridad privada de los bancos disponen de tres llaves: dos que se le entregan al arrendatario y una que guarda el administrador del establecimiento. Para abrir las cajas de seguridad se necesitan las tres llaves. De aquí la actitud del señor Zalaya. La amenaza, que pesa sobre todos los bienes de Machado y el peligro que corría, durante el gobierno de Grau, quien ayudara al expresidente a recuperar alguna parte de su fortuna decidió al señor Zalaya a compensar el riesgo de su intervención con una cantidad equivalente al valor del servicio que iba a prestar.

Convenido el pago de los ciento cincuenta mil pesos, el general Machado envió a los señores Mestre y Machado las llaves de la caja privada. Pero, en los mismos momentos en que llegaban a la Habana, el Gobierno del doctor Grau, por medio de una resolución judicial, selló el apartamento del Dictador e hizo imposible la obtención de los valores guardados en el banco.

Pero el exilado de Nueva York necesitaba dinero. Había invertido ya el resto de los sesenta mil pesos que sacara de Cuba, y apremió a los señores Mestre y Machado que hicieran todo lo posible por conseguir las joyas y los bonos, pues era lo único con que contaba para vivir.

En sus gestiones los señores Mestre y Machado se pusieron en comunicación con una persona influyente del gobierno del doctor Grau. Este personaje pedía trescientos mil pesos por afrontar la responsabilidad de la violación del sello. Hubo regateos, discusiones, revalorización de los bonos que habían bajado hasta treinticuatro puntos, perdiendo más de la mitad de su valor nominal y se llegó a un acuerdo: ciento cincuenta mil pesos para el intrépido solucionador del problema y el consentimiento del señor Zalaya de prestar su cooperación. Se esperaría una oportunidad.

El instante psicológico llegó en la mañana del ocho de noviembre. Los abecedarios y el doctor Iturralde habían dado el golpe que puso en su poder casi todas las estaciones de policía de la Habana y el Gobierno confrontaba la concentración de fuerzas en el Castillo de Atarés. Todos los elementos y pensamientos de los revolucionarios estaban fijos en la batalla que se iba a librar en las laderas de la famosa fortaleza. Nadie tenía ocasión de pensar más que en los muertos, los heridos y la batalla. Sin embargo, los hombres comprometidos a sacar el dinero de Machado, se deslizaron bajo la cortina de metralla, llegaron al Banco, abrieron la caja, sacaron las joyas y los bonos y volvieron a poner el sello casi en la misma forma que lo encontraron.

Hoy, la caja de seguridad tiene la misma apariencia del mes de agosto, pero sin joyas ni valores dentro.

El personaje del Gobierno de Grau cobró los ciento cincuenta mil pesos. Es posible que Zalaya haya obtenido también su parte, y Machado dispuso del único festivo que se asegura tiene hoy.

Las personas que conocen la tramitación de este negocio, sostienen que si Machado contara solo con una décima parte de la fortuna que se le atribuye ni le hubiera ocupado de los valores guardados en el Banco Comercial y menos pagar una prima tan alta por el placer solo de tocar con sus manos esos certificados de Obras Públicas.


CARLOS MIGUEL DE CESPEDES

Otro de los hombres del gobierno do Machado a quien se consagra un deposito de cuatro millones de libras esterlinas en el Banco de Londres, es el doctor Carlos Miguel de Céspedes. La prensa de Cuba y la opinión pública concedían al doctor Carlos Miguel de Céspedes, aparte su fortuna hecha antes de Machado, una comisión en los gastos de la Carretera Central mayor de ocho millones de pesos. Hasta estos momentos se ha venido especulando en torno a las fabulosas sumas de oro a disposición del dueño del Hipódromo y Casino Nacional. Sin embargo, las apariencias han destruido en mucho la leyenda. El doctor Céspedes vive en uno de los hoteles de segundo orden de la ciudad de Nueva York y, últimamente, no pudo hacer efectivo el cumplimiento de un pagaré que no pasa de quince mil pesos. En su visita a esta ciudad, donde se reunió con los más queridos de sus amigos: Anselmo Alliegro, Miguel León, Agustín Alvarez, Panchito Camps, Evelio Alvarez del Real, Emilio Núñez Portuondo y otros, se vio en la necesidad de reducirse a un restaurant de segunda categoría, para, corresponder a una invitación que se le había hecho.

Quien conozca al doctor Céspedes sabe lo que supone para él verse en el dilema de poner a descubierto su incapacidad económica en un simple acto de cortesía como es el de invitar a comer a sus amigos.


PEPITO" IZQUIERDO

Si en el mes de agosto del año pasado se le hubiera ocurrido a alguien que seis meses después “Pepito” Izquierdo necesitaría de un peso para almorzar, se habría calificado de loco al que tal pronóstico formulara. Pues bien: “Pepito”, el señor todopoderoso del Distrito Central, dueño y amo de la tesorería del Ayuntamiento habanero, señalado como el controlador de las más productivas líneas de ómnibus, con un tanto por ciento en el trust de la carne, pasajero omnipotente de poderosos “Packards” blindados, seguido de motocicletas y automóviles erizados de ametralladoras y fusiles, es hoy, en esta ciudad, poco menos que indigente.


OTROS EXILADOS

El exsenador Domingo de Para es de los que más mal viven. Logran subsistir con quince o dieciocho centavos diarios. Se alojas, con otras personas, en una casa común, donde tiene que cocinar su comida y lavar su ropa.

Evelio Alvarez del Real parece un filósofo retirado. Estudia, contempla a veces el panorama de las calles y pasea de noche por el Bay-Front.

El doctor Antonio Bosch se ha reafirmado en sus ideas de sociabilizacion. Es un ferviente admirador de los decretos reparadores del doctor Grau San Martín. Estima que es el único Gobierno cubano que ha tenido Cuba. Espera las determinaciones del pueblo para acatarlas, con el espíritu democrático, admirador de Marx, que siempre le distinguió.




| Publicación del 23 de Julio de 1944 | Revista Bohemia |
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Última Revisión: 1 de Junio del 2004
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