“Es tan fuerte y tan sugeridora la impresión que produce una visita a Covadonga que es raro que no prenda en el que la lleva a cabo una tentación: la de describirla. Puede ser que le espolee a ello el sentimiento religioso, o la evocación histórica, o la maravilla del panorama que ha ido contemplando, o todo ello a la vez. Mas, sea por lo que sea, la tentación se siente.

“Y de un modo irreprimible, lo mismo ante Covadonga que ante las orillas del lago Enol; que ante los Picos de Europa; que al pasar, entre montañas, por Unquera, que al atravesar Cangas de Onís, la antigua corte de los reyes asturianos; que al ver correr el Sella; que al ascender por la cuenca del Cuera, o ante la visión de conjunto de todo ese grandioso macizo de montañas que, en cada repliegue, nos sorprende con un frondoso y pintoresco valle...

“Es que no se encuentra con tanta facilidad un paisaje que resulte tan propicio a la evocación y tan fértil en sugestiones. Y, claro, el que pasa por él no se aviene ni se conforma con la idea de que su emoción resulte fugaz y pasajera, y retiene, como puede, las huellas que ha dejado en su espíritu su pase por Covadonga.

“Cuando uno se encuentra en Covadonga con un conocedor tan concienzudo de aquellos parajes como Paco Pendás -el director de "El Popular" y exalcalde de Cangas.- no queda vericueto, ni senda, ni monte, ni valle, ni río, ni casa derruida, ni muro musgoso que se escape a una evocación. Porque, aquí, nos relata una leyenda; allá, la historia, poniendo apostillas a lo que ella indebidamente ha recogido; en otro sitio, nos habla de la "Santina", que ye pequeñina y galana, en la que los asturianos todos ponen un no se que de fervor, entre religioso y pagano, que incita a la meditación; y en otro, nos muestra el sitio, seguramente caprichoso, donde Favila cayó bajó las garras de un oso.

“De todo esto nos habla con singular complacencia. Pero donde cae en el entusiasmo, y nosotros con él, es ante las bellezas, en los límites de lo sublime, de aquellas ingentes montañas y de aquellos pueblecillos pintorescos que a lo lejos parecen figuras de nacimiento.

“A la Verdad es que por sobre la evocación histórica del valle de Auseva está, por mucho que éste nos evoque, la hermosura del pequeño valle en sí; y por sobre la leyenda de la aparición de la "Santina", está la belleza de la gruta, a la que suben de rodillas por su pina y elevada escalinata todas las devotas que apetecen algo material y tangible de la Virgen milagrosa.

“¡Quién no ha llevado a cabo su peregrinación a la cueva! Por endeble que sea la fe en cuanto a otros santos, las asturianas la tienen ciega en su "Santina" a la que hacen la ofrenda de visitar, cuando el hijo está enfermo, en los momentos de mayor tribulación, cuando desean un resultado feliz a un negocio de amor o de hacienda, y hasta cuando se casan, para que en el nuevo estado las proteja la Santina. Para todo buscan a la ye pequeñita y galana.

“Por aquellos contornos no se habla de Covadonga para referirse solamente a todo lo que alrededor del Santuario se ha levantado modernamente.

“Porque la Basílica que, vista desde la carretera, es como una fantástica aparición, y el antiguo Santuario, y la gruta, y los hoteles, y las viviendas, y todo lo que, para atraer a los turistas, allí se ha reunido, que no es poco, no es todo Covadonga. Covadonga, para esos, viene a comenzar a poco de separarse de Arriondas en la ascensión a Cangas de Onís.

“Hay peregrinos exclusivamente de la "Santina", que van a pedirle muchas de esas cosas que traen un poco de bienestar y de felicidad a este valle de lágrimas, y las hay también que sólo van a beber de la fuente milagrosa que sale de la gruta, porque saben que las que sorben de su fresca linfa encuentran pronto al trozo que ha de llevarlas al altar. Pero también hay peregrinos de la intrepidez que piensan en la ascensión al lago Enol, en Cabrales, en la Camareña y en el famoso Naranco de Bulnes.

“Aquellos admirables paisajes, que se adivinan al correr por el laberinto de las magnificas carreteras que rodean los Picos de Europa. constituyen la atracción de muchos que sienten más curiosidad par verse en la quietud de la Peña Vieja que por convivir con los peregrinos que se sienten mejor entre las moradas sotanas de los canónigos.