La noticia que más circuló la semana pasada -después de la del satélite artificial- sobre Rusia fue la de que había discrepancia entre Nikita Khrushchev y los mariscales, encabezados éstos por el ministro de defensa Zhukov. Tal versión fue recibida con extremada cautela por los avisados. Podía ser uno de tantos platillos voladores echados a volar sobre Rusia.
De otros platillos posiblemente más reales se habló también. Los físicos de oriente y occidente saben que, en teoría, tales naves son posibles. Pudieran hacerse volar con un nuevo combustible o -cosa mucho más remota- haberse logrado de algún modo vencer la gravitación, dentro de la atmósfera misma de la tierra.
Como quiera que sea, y lo que quiera que nos depare la ciencia, una revista rusa que los cables tradujeron por “Saber es Poder”, dijo en su último número que los platillos existían ya y que Rusia los tenía.
Tal afirmación era firmada por un tal profesor S. Zonshtein, quien les llamaba coleópteros y los describía detalladamente. El profesor hizo esta descripción:
-Los platillos pueden despegar y aterrizar verticalmente. Las alas, en forma de disco, tienen aberturas circulares por las cuales los motores succionan el aire. Esto crea un vacío en la superficie superior de las alas circulares. La corriente de aire impulsada hacia abajo levanta la máquina desde el suelo. Mediante un mecanismo giroscópico, la cabina del aparato se mantiene en dirección de la trayectoria del vuelo.
Además, insinuó el profesor Zonshtein, los rusos han resuelto el “problema del calor a altas velocidades”. Es decir, han logrado aleaciones capaces de resistirlo y manera de proteger a los tripulantes contra él.
Ocurría esto al mismo tiempo que un boletín de la Comisión Nacional de Fenómenos Aéreos, de los EE. UU., daba la noticia
de que un avión B-29 americano, de propulsión a chorro, había avistado y perseguido en el Lejano Oriente a un extraño objeto muy similar a los platillos voladores.
El aparato americano se dirigió hacia el objeto a una velocidad de 1,200 kilómetros por hora, pero el platillo se alejó a unos 3,500.
Era un objeto circular de color pardo dorado, que no reflejaba la luz del sol. Maniobraba con inaudita rapidez y se perdía en lo alto en un instante.
Todo esto fue comprobado por el radar y cuando el B-29 aterrizó se verificó que el radar estaba en perfectas condiciones.
Es decir, que el radar había visto realmente un platillo volador, al no ser que el aviador haya visto visiones. Pero son ya demasiadas versiones de platillos para que sean realmente visiones. |