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“Bernarda Toro Pelegrín”
en “Así Se Forja Una Nación”

Presentamos el editorial bibliográfico de Bernarda Toro Pelegrín lo más fiel posible a como comienza en la página 148 de la Bohemia publicada el 25 de Noviembre del 1956; Año 48, Número 48. en “Así Se Forja Una Nación” Sección al cuidado de Jorge Quintana.





Bernarda Toro Pelegrín
( 1852 - 1911 )

Bernarda Toro Pelegrín

Hasta el presente no habíamos incluido en estas biografías a ninguna mujer. Y no es que creyéramos que ellas no habían contribuido a la forja de nuestra nacionalidad. Por el contrario resulta imposible repasar las páginas de la historia de nuestra patria, sobre todo en aquella época en que los grandes sacrificios requerían de grandes hombres, para darnos cuenta inmediatamente que en la misma línea donde se encontraban aquellos insignes patriotas había mujeres de tanta calidad como ellos. Mariana Grajales, por ejemplo, será siempre un ejemplo vivo de la abnegación patriótica; Emilia Casanova merecerá siempre bien de la patria por su labor incansable; Bernarda Toro, la esposa del Generalísimo estuvo a la altura de su dignísimo compañero. La explicación que podemos ofrecer de que la hayamos escogido a ella para la primera biografía de mujer en esta sección es bien sencilla. Se debe a las efemérides. El 29 de noviembre se cumplen cuarenta y cinco años de su fallecimiento. Bien se merece, pues, que le rindamos este homenaje fervoroso a quien dio muestras de ser una mujer ejemplar.

El 20 de agosto de 1852 nació Bernarda Toro Pelegrín, en Jiguaní, Oriente. Era hija del matrimonio Francisco del Toro y Molina y Margarita Pelegrín y Acosta. Fue la décimo-primera hija. En total el matrimonio Toro-Pelegrín tuvo catorce hijos, de los cuales ocho fueron varones y seis hembras.

En 1868 vivía su familia en Charco Redondo, en una finca de su propiedad. Ya había muerto el padre. Fernando del Toro Pelegrín funge como jefe de familia, ya que es el hermano mayor. Apenas se conoce la noticia del alzamiento de Yara cuando Fernando del Toro reúne a sus hermanos y les invita a secundar el movimiento. Recogieron sus prendas y prendieron fuego a la propiedad. La madre, por su parte, reunió a sus hijas y salió también al monte, detrás de sus hijos.

Unas semanas más tarde, en febrero de 1869, llega a la zona de Jiguaní, como segundo del mayor general Donato Mármol, el mayor general Máximo Gómez. Atacan a Jiguaní que resiste por tres días consecutivos, teniendo que abandonarlo por haber llegado refuerzos españoles de Bayamo. Fue por esta época que el general Gómez debió haber conocido a Bernarda Toro, a quien cariñosamente apoda Manana. Ella vivía a la sazón en un rancho o campamento cuidado por sus propios hermanos. En marzo de 1870 retorna el general Gómez a aquella zona de Jiguaní para proceder a su invasión. La muerte del mayor general Donato Mármol, que ostentaba la jefatura del Distrito Cuba, obligó al general Gómez a trasladarse a aquella zona para hacerse cargo de aquel mando. Todo indica que entre marzo y junio de 1870 debió verificarse el matrimonio del bravo dominicano con la joven cubana. Debió haber sido en Charco Redondo y desde luego lo que sí sabemos es que fue ante el Prefecto cubano y que suscribieron el acta, como testigos, el Marques de Santa Lucía y Fernando Figueredo Socarrás. El tiene 34 años de edad; ella 18.

La luna de miel tuvo, pues, que ser interrumpida porque el esposo partió para su nuevo destino, iniciando, inmediatamente, la campaña de Guantánamo. Allá, en Charco Redondo, quedo Manana esperando al primer hijo. Un día los españoles asaltan el rancho. A pesar de su estado ella logra huir hacia el bosque, pero su madre, achacosa y vieja, quedó en poder del enemigo que la conduce a Jiguaní. Pocos meses después la íntegra anciana moría, mientras allá en la soledad del bosque venía al mundo el primer fruto del matrimonio Gómez-Toro. Es una hembra y se llamará Margarita, como la abuela materna recién fallecida. No vivirá mucho tiempo. Las privaciones de aquella dura campaña militar le arrebatarán a la vida a los pocos meses.

Hasta Guantánamo, donde ahora el general Gómez hace sentir su peso, se dirige la joven esposa. Allí nacerá el segundo de sus hijos. Fue el 1 de febrero de 1872. Es varón y se llamará Andrés, como el abuelo paterno. No vivirá tampoco mucho. Apenas si tiene once meses cuando muere. Es el 4 de enero de 1873. Pero ya la madre espera un tercer hijo que viene al mundo el 1 de mayo de ese mismo año. Es hembra y se llamará Clemencia, como la abuela paterna.

Apenas si tiene un mes de nacida cuando los españoles sorprenden el rancho donde la joven madre cuidaba a su hija. No tuvo tiempo más que para tomar a su hija y huir hacia el bosque inmediato. Dos días después la encuentran fuerzas cubanas. Habíase perdido y hallábase extenuada, sin alimentos, temiendo caer en poder de los españoles.

La muerte del mayor general Ignacio Agramonte traslado nuevamente al mayor general Máximo Gómez de la jefatura del Distrito Cuba a la del Departamento del Centro. El 9 de julio de 1873 ya estaba en su nuevo destino. Se inicia entonces la campaña camagüeyana. Tras el irá la esposa con su hija pequeña. Después vendrá la invasión de Las Villas. El 4 de enero de 1875 el mayor general Máximo Gómez cruza la trocha de Júcaro a Morón. El 14 de julio de ese mismo año, acompañada por el propio general Gómez, que había retornado a Camagüey, entre otras cosas a recogerla, cruza Bernarda Toro, con su hija, la Trocha, para seguir a las Villas al glorioso marido. En páginas bellísimas el general Gómez nos ha relatado aquel suceso, en el que su asistente, el viejo Edua, que llevaba a Clemencia en sus brazos se emociono tanto al verse del otro lado de la Trocha, que olvidándose de la niña que llevaba con el, comenzó a dispararle tiros a uno de los fortines inmediatos, mientras lanzaba estentóreos “viva Cuba Libre”.

El general Gómez se instala en un rancho junto al arroyo Toro, en La Reforma, en terrenos que entonces pertenecían al término municipal de Morón y que hoy pertenecen a Sancti Spíritus. Allí, el 11 de marzo de 1876, nació su hijo Francisco. La persecución española se hace muy activa. En 1877 nuevamente sorprenden el rancho donde vive Manana con sus dos hijos. Ella toma a Clemencia y huye en una dirección. Sixta, una sirvienta, toma en sus brazos a Panchito y huye en otra dirección. Pocas horas después fuerzas cubanas encuentran a Manana y a Clemencia. Tres días más tarde aparece la sirvienta con el niño, que se habían extraviado en el bosque. Durante ese tiempo había podido resolver el problema de la alimentación del niño, gracias a que había tenido la suerte de descubrir un nido de gallinas.

El 8 de diciembre de 1877 nace su segundo hijo varón y el tercero en orden cronológico, desde luego descontando los dos que ya habían muerto. No puede soportar por más tiempo la persecución española, sobre todo en lo que atañe a su familia y toma una decisión heroica y dolorosa. La enviará, a través de las líneas enemigas a un puerto para que se embarquen para Jamaica. El 21 de diciembre se separan. En su “Diario de Campaña” el general Gómez anota: “Hay dolores que se sienten, pero que no se pueden explicar”.

En enero ya están en Kingston. Antes de salir de Cuba el brigadier español Francisco de Acosta y Albear, cubano de nacimiento, se empeña en que la señora del general Gómez reciba, en calidad de préstamo personal, veinticuatro onzas oro. El 23 de enero de 1878 apenas desembarcada en Kingston, la señora del general Gómez se presenta en el Consulado de España y entrega las veinticuatro onzas oro, pidiéndole al Cónsul que las remita al brigadier Acosta.

El 3 de marzo de 1878 abandona la isla de Cuba el mayor general Máximo Gómez. No ha discutido ni aceptado el Pacto del Zanjón. Se ha limitado a esperar por la decisión de los cubanos. Estos mayoritariamente, optaron por su aceptación y el no tenía nada que hacer en consecuencias en los campos de Cuba. Cuatro días más tarde llego a Montego Bay. El 11 de marzo se reúne con su familia en Kingston. Según el mismo consigno en su Diario, estaban “en la más espantosa miseria”.

Comienza entonces lo lucha por sacar o su familia del estado en que se encontraba. Y comienza también la lucha con la injusticia de los cubanos que le acusaban de ser el responsable del Pacto del Zanjón. En el silencio de su modestísimo hogar Manana soporto las privaciones y también el dolor y la pena del esposo acosado por calumnias sin nombre. El 9 de julio la situación se le hace tan desesperada. Ha fracasado en una plantación de tabaco organizada en Corbet. En su Diario escribe: “Pobre cubana, se unió o mí paro ser tan desgraciada como yo”. Ese mismo día decide trasladarse, con Manana enferma, a Kingston. Unas semanas más tarde le invitan, de parte del gobierno de Honduras a trasladarse a cual país. Acepta y es designado general de división del ejército hondureño. Primero va sólo. Vive en Amanala, cuya comandancia militar desempeña. Después se traslada a Tegucigalpa. El 19 de septiembre de 1880, cuando la esposa vive aun en Kingston, nace otro hijo al que llamarán Urbano. En 1881 se traslada con su familia paro Honduras. Allí las penas y las miserias se le multiplican. El 16 de febrero de 1882 se le muere su segundo hijo Andrés.

Manana vuelve a enfermarse gravemente. Al fin los cubanos desterrados recomienzan la obra revolucionaria. Como no habían aceptado nunca el Pacto del Zanjón, desde el primer día se entregaron a la torea de preparar la nueva revolución. A Honduras envían delegados que le plantean al general Gómez las posibilidades, de acuerdo con lo que ya se ha actuado en los Estados Unidos. El 2 de agosto de 1884 el general Gómez sale de Honduras para Nueva Orleáns. Recorre los EE. UU. Pocos meses después llevo o su familia a Nueva Orleáns. Allí nace, el 21 de noviembre de 1884, su hijo Bernardo, que es uno de los que aun viven como legítimos descendientes de aquella gloriosa estirpe. Al año siguiente envía a la familia a Jamaica. Unos meses más tarde, en Marzo de 1886, el propio general Gómez, decepcionado ante el fracaso, regresa junto o lo familia. Allí nace el 29 de noviembre de 1887 otro hijo, al que llamará Andrés, al igual que el abuelo paterno y que los otros dos hermanos fallecidos.

De Jamaica la familia se traslada a Santo Domingo. Con la ayuda que le prestó Juan Isidro Jiménez organizó un cafetal y una vega de tabaco a unas veinte leguas de Montecristi. En recuerdo al lugar donde había nacido su hijo Francisco, llamará o su nueva finca “La Reforma”. Allí nacerá el 3 de agosto de 1889 el más pequeño de sus hijos. Es una niña y se llamará Margarita como la abuela materna y como la primera hija ya fallecida. Es otra de las que viven en la actualidad.

La propaganda desarrollada por José Martí en los Estados Unidos produce sus resultados. La emigración se une en torno a la idea del Partido Revolucionario Cubano. El 11 de septiembre de 1892 el general Gómez recibe la visita de José Martí que ha ido hasta La Reforma para informarle. Al año siguiente retornará Martí. Es para ofrecerle, a nombre del PRC la jefatura del Ejército Libertador. Ya no hay nada que discutir. La suerte está echada. Manana sabe que de un momento a otro el viejo guerrero abandonará la casa para irse a Cuba a desencadenar aquella guerra que José Martí calificaba como “justa y necesaria”. En febrero de 1895 están juntos Martí y Gómez en Montecristi. El 24 de ese mes el pueblo cubano se lanza de nuevo a la pelea. Ya Martí y Gómez cuentan los minutos porque la impaciencia los consume. El 1° de abril abandonan los dos patriotas a Montecristi y diez días después desembarcan en Playitas. Desde Playitas se inicia vigorosa la campaña. Maceo queda, en Oriente preparando el contingente invasor. El general Gómez pasa a Cabagüey. Desde Ciego Najasa, el 22 de agosto de aquel mismo año, escribe el Jefe del Ejército Libertador a Tomás Estrada Palma: “Le agradeceré a usted mucho que usted se ocupe de mi Manana. Con la llegada de Martí, derrotado, a buscar mi amparo, apenas tuve tiempo de ocuparme bien de mi familia, al contrario me fue preciso echar mano de lo que debía dejarle”. Pero cuando el Delegado le escribe informándole de su decisión de enviarle algún dinero, la gloriosa mujer le contesta renunciando a toda ayuda, porque Cuba lo necesita con más urgencia y mientras ellos puedan ganarse un pan, deben hacerlo, dejando para la patria todos los recursos.

La carta es tan hermosa que Estrada Palma la hace publicar en Patria y escribe, a su vez, el general Gómez diciéndole que ella ha demostrado ser “la digna consorte del noble y distinguido patriota que unió su suerte a ella en los campos de la patria por amor puro y estimación justa”, y la compara con las matronas romanas y las madres lacedemonias.

A mediados de 1896 Manana realizará un nuevo sacrificio. Ya había tenido bastante con resignarse a dejar partir a Panchito Gómez Toro. Y se decide a aprender a torcer cigarros, por si la necesidad le demanda ese nuevo sacrificio. Tomás Estrada Palma ordena que se le entreguen quinientos pesos oro, pero ella se niega a recibirlos y costó mucho trabajo al Delegado poderla convencer que los aceptara. Pero rechaza la pensión que se le ofrece. “Las que hemos dado todo a la Patria: padre, esposo, hijos... apenas si tenemos tiempo para ocuparnos de las necesidades materiales de la existencia. Aun me queda mi hijo Maximito, de diecisiete años, que labrando la tierra me trae pan bastante blanco con que satisfacer las necesidades de la vida: aun nos queda con que contribuir mensualmente a la redención de la patria y no debe gastarse en pan lo que hace falta para pólvora”.

Un dardo más doloroso aun se le clavará en el pecho a fines de ese año de 1896. Su hijo Francisco, aquel que animoso y entusiasta la abandonara unos meses antes para dirigirse a Cuba, ha caído gloriosamente en Punta Brava, junto al mayor general Antonio Maceo. La campaña de Cuba prosigue impetuosa. Su glorioso compañero destroza, día a día, al enemigo en mil combates que libran sus generales, cuando no el mismo. En 1898 España abandona la partida. La entrada de los Estados Unidos en la guerra pone fin al conflicto, cuya suerte ya estaba decidida desde hacia mucho tiempo atrás por la propia tenacidad y heroísmo de los patriotas cubanos.

El 24 de febrero de 1899 al frente del Ejercito Libertador entró en La Habana el mayor general Máximo Gómez. Fue apoteósico el recibimiento. De La Habana partió pocas semanas más tarde el glorioso guerrero para Santo Domingo. Va a buscar a la familia. Cuando regresan fue otra apoteosis. El pueblo de La Habana no quiso que el coche en que irían, desde el muelle hasta su casa, el matrimonio Gómez Toro fuese tirado por caballos, sino por el propio pueblo. Asiste entonces a la exhumación de los restos de su hijo, enterrados, junto con los del general Maceo en Cacahual.

La República se establece al fin. El mayor general Máximo Gómez no acepta la Presidencia. Prefiere refugiarse en su casa, junto a la familia, junto a Manana. Ella le cerrará los ojos el 17 de junio de 1905. Le sobrevivirá seis años. El 29 de noviembre de 1911 falleció en La Habana. Su cadáver está enterrado, junto al de su glorioso marido, en el Cementerio de Colón. Con ella desaparecía una cubana ejemplar, una cubana que contribuyó con su entereza, con su grandeza, con su rectitud a la gran forja de la nacionalidad en la misma medida que su esposo, en la misma medida que los demás libertadores.




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Última Revisión: 1 de Julio del 2003
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