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“¡Dale... que ya montó!” |
Carteles |
15 de Septiembre de 1957 |
Presentamos el artículo “¡Dale... que ya montó!” por “Mario Díaz Aguirre” lo más fiel posible a como aparece en la revista Carteles, edición que circuló el 15 de septiembre de 1957. |
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“¡Dale... que ya montó!” |
“Mario Díaz Aguirre” |
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“Tras la apacible guagua de mulas, con su olor peculiar a casco quemado y a sudor fuerte, surgieron en La Habana las "destripadoras". A la cabeza de ellas marchaba la "Precisa", anunciando pomposamente en la banderola su cruce por 12 y 23, lo que solía constituir un macabro aviso para los pasajeros. Sus conductores, aferrados a la soguita del timbre, y asomando la testa por la puerta trasera, también lo gritaban a todo pecho: ¡Cuatro Caminos, Belascoaín, Cementerio! Esta última frase la subrayaban con manifiesta ironía: ¡Cementerio! Por cierto que fue necesario ensanchar considerablemente la Necrópolis de Colón durante ha vigencia de aquellas guaguas. Una epidemia originada por cualquier virus filtrable hubiera resultado más benigna para la población. Y tenía que ser así. El tiempo se medía con unos relojes empotrados en las esquinas neurálgicas de la ciudad. Aquellos cronómetros constituían la obsesión de los guagüeros. Y había que ver al conductor cuando se apeaba del carruaje sujetándose fuertemente el bolsillo de su filipina para evitar posibles pérdidas de monedas. Con los ojos desorbitados y el cabello revuelto, corría a perforar su cartón en el aparato eléctrico que en la mayoría de las veces no funcionaba. Mientras esto sucedía la guagua iba caminando. En marcha la abandonaba el mancebo y en marcha se reintegraba a ella. Pero no vayan a pensar que a todos los chóferes les aquejaba el vértigo de la velocidad. Sucedía que trabajaban a tanto por ciento, de ahí que en algunos casos, cuando iban sin retraso, dieran los conductores la sensación de ser más amables con el pasaje. El sistema implantado ahora los ha hecho más indiferentes con la parroquia por eso no es extraño que digan como el chinito de la fábula que se estableció como comerciante en un lugar donde no había competidores: "Capitán, si tú quiele, tú compla; si tú no quiele, tú deja pa mí"... En las guaguas de a tanto por ciento para el personal, se invitaba al pasajero a que la tomara, con el clásico sonsonete de: "Monte, Tejas, Agua Dulce, Víbora". Y cuando alguien se embullaba, sin ni siquiera pararle en firme, el conductor se escurría un poco en el pescante para que pudiera subir el pasajero, y entonces le gritaba al chofer: "dale, que ya montó". Cuando lograban que en esa forma agitada subieran muchos al vehículo, llenando sus asientos, se obsedían con el estribillo de: "pasito alante, varón"... |
“Indudablemente que aquellos muchachos de antaño se sentían argentinos. Saturados con los tangos de Gardel; sobre todo, con aquel que decía: "Varón, pa quererte mucho, varón", llegaban a imaginarse que la guagua era pampa desolada, las pasajeras percantas y los pasajeros atorrantes... |
“Por eso se les escuchaba cantar en todos los viajes aquello de: "Mi Buenos Aires querido", o "cuesta abajo en la rodada"... Las "destripadoras", aunque ustedes no lo crean, fueron las progenitoras de los ómnibus de hoy. Sus hijos parecen más educados, pero no vayan a creer que es todo oro lo que brilla. Estos, al igual que sus "mamás", gustan irse por la izquierda, dejando a los pasajeros arracimados en las esquinas, y en cuanto a parar en firme, "olvida el tango", expresión esta que nació también en las guaguas aquellas. Y para que no piensen que exagero con la cuestión del parentesco guagüeril, vayan fijándose: "La Especial" de antes era la Ruta 1 de hoy. Las "Tres Palmas" se llama ahora Ruta 3. La Ruta 4 de hoy, era la "Mantilla" de ayer. Esa que vemos circulando ahora con el número 9 en su banderola, respondía al nombre tristemente famoso de "La Precisa". Esta guagua, quizá debido a su exceso de "precisión" en llegar, batió todos los records de accidentes. Para sus accionistas era un día "flojo" aquel en que los carros de dicha empresa no habían "limpiado" a doce ciudadanos... Sus chóferes y conductores tenían fama de exhibir con orgullo jugosos dividendos de muertos y heridos, y se afanaban en arrollar al prójimo, para que sus retratos aparecieran en la crónica roja de los periódicos... |
“Continuando con la relación de guaguas homicidas les diré que hoy discurre por las calles de la ciudad y sus repartos, con el número 28, la guagua que antes se llamaba "Estrella Cubana". La Ruta 30 de hoy recibía el nombre de "Omnibus de la Sierra", y la 14, "Omnibus de La Habana". Estas empresas fueron las primeras en instalar una especie de alcancía a fin de que el mismo pasajero pudiera depositar los cinco centavos, importe del pasaje aunque fuera necesario atravesar todos los puentes habidos y por haber. Con este sistema fueron retirados los conductores, que como es natural, protestaron airadamente. El chofer de esos carros dejó de ser guagüero para convertirse en una especie de empleado de casa particular. No hablaba con nadie ni chiflaba tangos; daba el cambio para facilitar los depósitos y hasta solía quitarse la gorra cuando subía una dama. Le exigían un uniforme decoroso y le abonaban cien pesos mensuales, sueldo, en aquella época, considerado de película. |
“Durante el machadato, el Ayuntamiento de La Habana, convertido en Distrito Central, comenzó a explotar una línea de guagua denominada "La Modelo", que tenía idéntico recorrido al de la "Mantilla", de una empresa particular. Para escapar de la ruinosa competencia, ésta fijó en 5 centavos, ida y vuelta, el preció del pasaje. Entonces lo que cruzaba por la Calzada de Jesús del Monte, rumbo a Mantilla, no era una guagua, -era un bólido. Iba y venía desgajándose de pasajeros que se jugaban la vida, con tal de ahorrarse el "medio" o el "búfalo". "La Modelo", rival implacable, le salía al paso en busca del impacto, como pretexto para que el Distrito Central le retirara el permiso de línea a su competidora. Al ver salir a sus maridos para el trabajo, las esposas pensaban en la viudez. Los padres, cuando besaban a sus hijos, se preguntaban cuándo aquellos pobrecitos quedarían huérfanos. Ellos no ignoraban que podían estrellarse, tan pronto el conductor gritara: ¡dale, que ya montó!...” |
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