Guije.com Los Primeros Hombres que Volaron en la revista Carteles que circuló el 10 de Octubre del 1954.

Los Primeros Hombres que Volaron en Carteles del 10 de Octubre del 1954, Cuba


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Los Primeros Hombres que Volaron, Carteles del 10 de Octubre del 1954


Los Primeros Hombres que Volaron
Carteles
10 de Octubre del 1954

Tratamos de reproducir el artículo “Los Primeros Hombres que Volaron” lo más fiel posible a como aparece en la revista Carteles, edición que circuló el 10 de Octubre del 1954.



Los Primeros Hombres que Volaron
Por el General Chambe
Versión de Javier Barahona

“La máquina aérea de un humilde cerrajero del siglo XVIII. -Un marqués excéntrico y original que cruzó el Sena. -El tornillo de Arquímedes y la hélice de Leonardó de Vinci. -Un barco volante que no voló. -Los hermanos Montgolfier inventan el aerostato. -Un carnero, un gallo y un pato, los primeros pasajeros del aire. -Pilatre de Rozier se remonta sobre París. -La hazaña de dos locos. -Un globo alimentado con fuego de paja. -Veintiséis minutos de viaje aéreo.-El globo de hidrógeno de Char­les y Robert. -El primer helicóptero.


Leonardo de Vinci en Los Primeros Hombres que Volaron.
“Leonardo de Vinci, cuyos diseños de máquinas aéreas ilustran los primeros ensayos que el hombre hizo para levantarse del suelo.”

“La navegación aérea ha progresado rápidamente en los últimos años. Del aparato en que volaron los hermanos Wright y Bleriot cruzó el Canal de la Mancha a los veloces aviones de retropropulsión de nuestro días media una distancia incalculable. Pero mayor es la que hay entre esas primeras máquinas de volar y los primitivos ensayos que el hombre hizo para aprender a levantarse del suelo. Fueron esos ensayos, ilustrados por los diseños del visionario Leonardo de Vinci, uno de cuyos discípulos fue el primero en lanzarse al espacio provisto de unas toscas alas, los precursores de la moderna y rauda aviación de nuestros días. A los alucinados Icaros que hace trescientos años dieron los pasos iniciales para la conquista del mundo aéreo debemos, pues, la maravilla de las pesadas y veloces naves que hoy cruzan el espacio en todas direcciones. Bien merecen, por tanto, este recuerdo que les dedica el general Chambe. (N. del T.)


“Un modesto cerrajero francés establecido en Maine, en el fondo de una humilde tienda de Sablé, logró súbitamente salir un día del anonimato y hacer que las gentes de los alrededores acudieran a presenciar sus experimentos. Llamábase Besnier y pretendía haber inventado una máquina de Volar. Su proyecto era audaz. Aseguraba que se podía nadar en el aire como en el agua. Los movimientos, decía, son los mismos. Pero no se contentó con describir y dibujar su máquina sobre un papel, sino que la construyó en todo su tamaño. Iba a probar que tenía razón.


“Dos palos sobre los hombros, cuatro "bastidores de tafetán" y dos cuerdas amarradas a los tobillos. No le hacía falta más. Si no pudo elevarse desde el suelo, al menos logró realizar saltos planeados que le permitieron salvar distancias más y más largas y aun pasar por encima de las casas. El Diario de los Sabios, al que no es posible acusar de impostura, relata muy seriamente que el cerrajero Besnier, constructor y comerciante de alas en la feria de Guibray, vendió su mercancía a muchos adeptos que se sirvieron de ella "muy satisfactoriamente".


Diseño de Besnier en Los Primeros Hombres que Volaron.
“Máquina voladora inventada y construida por el cerrajero Besnier, con la cual logró salvar largas distancias. Como se ve, consistía de cuatro toscas paletas y dos cuerdas atadas a los tobillos.”

“Desde entonces Besnier tuvo imitadores. Si el aparato más ligero que el aire, en el cual pensaron los chinos, los persas, Cyrano de Bergerac y Francisco Lana, no podía obtenerse a falta de un gas menos pesado, y si la fórmula de un aparato que se sostuviera en el espacio no era posible a falta de un motor que accionara la hélice diseñada por Leonardo de Vinci, al menos el vuelo a vela estaba inventado.


“Desde Besnier, en 1678, hasta los Maneyrol y Schulze de nuestros días, pasando por el marqués de Bacqueville, en el siglo XVIII, y por Otto Lilienthal y Ferber, a fines del siglo XIX, el progreso de la navegación aérea no se detuvo ya. Desde las praderas de Sablé a las barrancas de Combegrasse y las colinas del Rhon y la Banne de Ordanches la cadena no se interrumpe. Llegado el día prestará servicios muy señalados a la aviación.


“El marqués de Bacqueville.


“El nombre del marqués de Bacqueville merece que nos detengamos un momento. Ha sido olvidado injustamente por los parisienses. Ni una plaza, ni un muelle del Sena, ni una humilde calle le recuerda a la posteridad. Y sin embargo, un día de la primavera de 1742, ese nombre estaba en todas las bocas. La multitud se aplastaba sobre las dos orillas del río.


“¿No había dicho que desde lo alto de la terraza de su mansión, situada en el ángulo de la calle del Bac y del muelle de los Teatinos (actualmente de Voltaire) se lanzaría al vacío manejando una máquina volante de su invención, capaz de atravesar el río en toda su anchura y descender como un ave en los jardines de las Tullerías?


“Era una figura original ésta del marqués de Bacqueville, bien conocida en la corte y en París por sus excentricidades; la mirada viva, gozando de todos los placeres de la juventud pese a sus sesenta años largos, hacía el gasto de la crónica y era la comidilla de las comadres del barrio.


“Es ese mismo anciano el que había dicho que se lanzaría gallardamente del techo de su casa para atravesar el Sena sobre la máquina de su invención. Y de hecho lo atravesó, faltando poco para que alcanzara la meta por él mismo señalada. Los periódicos del tiempo nos informan que, si no logró posarse en los jardines de las Tullerías, llegó, no obstante, a la otra orilla del Sena y allí se rompió una pierna al aterrizar sobre un bote de lavanderas amarrado al muelle.


“La hazaña era de gran talla y fue justamente celebrada. El nombre de Bacqueville, ya popular, alcanzó de un golpe la gloria. Los estampistas y publicistas de la época le loaron a porfía. Su tentativa fue prolijamente descrita e ilustrada. Pero de su máquina (un planeador sin duda), por imprecisión y sobra de fantasía de los gacetilleros de la época, no sabemos hoy casi nada, fuera de que sus alas adoptaban la forma de aquellas que la religión presta a los ángeles.


“Es evidentemente un dato bastante vago, pero basta para que se conceda al marqués de Bacqueville el derecho a figurar en la galería de los más auténticos antecesores del vuelo a vela.


Los Primeros Hombres que Volaron: diseño de Leonardo de Vinci.
“Uno de los aparatos de volar que concibió Leonardo de Vinci fue una especie de planeador como éste que se ilustra en el dibujo: dos grandes alas maniobradas por un hombre que se lanzaba desde una altura.”

“Pocos años más tarde, en 1757, Bacqueville tendrá un imitador en América. Y es sin duda el primer ensayo aéreo registrado en un continente que, pasado el tiempo, verá levantarse de su suelo a toda una ilustre pléyade de precursores del aire. Un cierto Childs se arrojó al vacío desde lo alto de un campanario de Boston, pero ningún documento nos ha permitido conocer con certeza la máquina de que se sirvió este Icaro americano.


“Y de nuevo los franceses se afanan en la búsqueda de la solución al difícil problema. ¿Pertenecerá la gloria de hallarla a la vieja Europa o a un hijo de este Nuevo Mundo apenas poblado aun?


“El siglo XVIII no ha tocado a su fin cuando un tal Paucton, volviendo a la idea de Leonardo de Vinci, escribe un notable tratado titulado "Teoría del tornillo de Arquímedes", tornillo que no es otra cosa que una hélice. En ese tratado se hace una complefa descripción del helicóptero provisto de dos hélices, una en plano horizontal para subir y la otra en sentido vertical para permitir al aparato avanzar en escalera. Es una fórmula plena de clarividencia que será repetida muchas veces en el futuro.


“El barco volante de Blanchard.


“Trece años después, en 1781, un audaz parisiense llamado Blanchard, de espíritu emprendedor al que nada arredra, se apodera de la idea. El problema de la locomoción aérea le apasiona. ¿No se llegará nunca a volar, a sacudir el yugo que nos sujeta al suelo? ¿Será el hombre siempre "una mosca a la que se han arrancado las alas y condenado a arrastrarse eternamente"?


“Y Blanchard, locamente realista, realiza. Quiere ver y ensayar. Empleará todo su tiempo, su fortuna y su vida si es necesario. Hele instalado en la Villette, entonces lejos de París, en plena campiña. Pacientemente, largamente, minuciosamente, como una hormiga que reúne briznas de hierba, emprende la construcción de un barco volante.


“Un cura tan alucinado como él, el abate de Viennay, le ayuda. Ambos se afanan durante casi tres años en torno a la máquina salida del cerebro de Blanchard, la cual, poco a poco, va tomando forma. Es una especie de nave sobre cuya cubierta se levanta un aparejo que sostiene un sistema de grandes velas giratorias, las cuales, según el inventor, al girar en plano horizontal, permitirán a la nave elevarse y sostenerse en el aire.


Otro diseño para conquistar el vuelo.
“El barco volante de Blanchard, un complicado artefacto provisto de velas a manera de hélices horizontales, con el cual su inventor creía posible volar, aunque para moverlo sólo contaba con la fuerza de sus brazos.”

“Puede afirmase que el experimento de Blanchard no hubiese hecho posible el "despegue", pero sí aligerar indiscutiblemente su barco volante, como lo demuestran las pruebas del abate de Viennay, hechas con el auxilio de un contrapeso cuya masa podía ser disminuida progresivamente.


“Si se piensa que Blanchard no tenía a su disposición, para hacer girar el velamen, otra fuerza motriz que sus brazos o los de sus ayudantes, no podemos por menos que admirar a un inventor cuya sola falta consiste en haber nacido demasiado pronto; es decir, un siglo antes de la aparición de cualquier clase de motor.


“El "barco volante" no llegó jamás a volar, desde luego, tanto más cuanto que en medio de las investigaciones de Blanchard estalló el trueno del descubrimiento de Annonay, el 5 de junio de 1783. Dos hermanos llamados Montgolfier acababan de hallar el medio de elevarse en el aire.


“Desde ese momento, Blanchard, impresionado, detiene bruscamente sus experimentos y, abandonando el camino emprendido, se lanza sobre la huella de los nuevos inventores. Apasionado en el acto, se entusiasma por la fórmula del aerostato y a ella se consagra con la misma tenacidad y convicción que le habían llevado a trabajar en un aparato más pesado que el aire.


“Utilizando el descubrimiento de los hermanos Montgolfier, lo adaptó a su propio barco volante y logró con él numerosas ascensiones durante las cuales ensayó guiarse con la ayuda de una hélice colocada en plano vertical y movida, como en sus experimentos anteriores, con la sola fuerza de los brazos.


“El vapor acababa entonces de ser descubierto por Papin, y una de las glorias de Blanchard fue el haber reclamado el empleo de esta nueva fuerza, que él proponía fuera "encerrada en una especie de bomba a fuego capaz de hacer girar su hélice".


“¡Anticipación extraordinaria del futuro, cuando ni el motor a vapor ni mucho menos, el de explosión habían sido inventados!


“Pilátre de Rozier, el precursor.


“La primera ascensión, debida a Pilátre de Rozier, viajero de una montgolfiera, es una de las grandes fechas de la era moderna, y Francia debe sentirse orgullosa de ella.


“El 5 de junio de 1783, en Annonay, los hermanos Montgolfier lograron hacer que se elevara en el aire un globo de papel inyectado de aire caliente. El 19 de septiembre, a petición de Luis XVI y la Academia, el experimento, cuya resonancia ha sido considerable, se repite con pleno éxito en Versalles a presencia del rey y de la reina.


“El aerostato ha llevado como pasajeros a un carnero, un gallo y un pato, con objeto de saber si la atmósfera, más allá del suelo, es verdaderamente respirable.


“El 15 de octubre del mismo año un hombre singularmente valeroso llamado Francisco Pilátre de Rozier, destacándose de la multitud que presencia la asombrosa prueba, se ofrece espontáneamente para ocupar el lugar del carnero, el gallo y el pato.


“Los dos hermanos, José y Esteban de Montgolfier, que han sido ennoblecidos por Luis XVI, vacilan antes de aceptar el ofrecimiento de Pilátre, y finalmente consienten.


“La primera tentativa tiene lugar en un parque de la calle de Montreuil. Pilátre de Rozier se eleva a 20 metros de altura y desciende en seguida. El 19 de octubre sube hasta los 60 metros.


“Animado por esos dos triunfos, que han trastornado de admiración a los testigos, algunas horas más tarde monta de nuevo en la barquilla de la montgolfiera, haciéndose acompañar esta vez de Giroud de Villette para que éste le ayude a alimentar el fuego, ya que una ascensión más alta requiere mantener constantemente una temperatura elevada en el aire contenido por el aerostato.


“El medio empleado no puede ser más rudimentario: consiste en quemar sin tregua, los manojos de paja de que está llena le barquilla e introducir la llama en el interior del globo a través de los orificios abiertos en la base del cilindro donde termina la envoltura. Como el aire tiene la tendencia a enfiarse rápidamente, el fuego debe ser constantemente alimentado, sin lo cual el aerostato cesa de subir y desciende. Pilátre de Rozier ha notado que, regulando hábilmente la temperatura, es posible elevarse, bajar o volver a subír casi a voluntad.


“Tiembla uno al pensar en esta enorme envoltura de algodón y papel fácilmente inflamable, de más de 10 metros dé diámetro, con esa paja encendida cuyas llamas y chispas arremolinaban las corrientes de aire... (Pilátre de Rozier moriría, con su compañero Romain, al incendiarse su aerostato en pleno vuelo, el 13 de junio de 1784, cuando intentaba cruzar el canal de la Mancha. Son ellos, pues, las primeras víctimas del aire).


“Pilátre de Rozier y Giroud de Villette, sin conmoverse, en medio de una entusiasta multitud de espectadores, despegan y sobrepasan la altura de 80 metros, donde logran mantenerse cerca de diez minutos. Pero las ascensiones han sido hasta ahora cautivas, es decir, con la montgolfiera amarrada al suelo por una cuerda destinada a impedir que sea arrastrada por el viento.


“Queriendo realizar un vuelo libre, Pilátre de Rozier decide en el acto ponerlo en práctica. Parécele que con ese cable atado al suelo el hombre no se ha elevado aún sobre la tierra. Todavía es un prisionero.


“Pilátre va a demostrar que en lo adelante las cadenas van a caer rotas, que el hombre es libre y que puede desde ahora atravesar el espacio como un ave por encima de los valles, los ríos y los bosques, las montañas y las ciudades, y luego volver, cuando bien le parezca, y posarse sobre un lugar libremente escogido.


“El 21 de noviembre de 1783, Pilátre, que cuenta entonces 29 años, acompañado de un pasajero tan arriesgado como él, el comandante Francisco Laurent, marqués de Arlandes, emprende la ascensión libre y se eleva sobre los terrenos de la Muette, en la orilla noroeste de París.


“Toda la población de la capital, avisada de antemano, está en pie. Trasportada de admiración y de fiebre, como el día de la tentativa del marqués de Bacqueville, cuarenta años atrás, esa multitud va a vivir las inolvidables emociones de lo que fue quizá la más señalada fecha en la historia de la aeronáutica.


“Es un mediodía de otoño. El viento del noroeste sopla con ráfagas bastante fuertes, el pálido sol anunciador del invierno se oculta por momentos detrás de las bajas, nubes, que felizmente son raras y no estorban la vista de los millares de espectadores amontonados en todos los lugares propicios o subidos en las azoteas, los techos y hasta en las torres de Nótre-Dame, que aparecen cubiertas de personas. Corre el rumor de que, teniendo en cuenta la dirección del viento, si la prueba resulta, los dos aeronautas cruzarán quizá por París.


“La hazaña de dos locos.


“¿Cruzar sobre París? Nadie se atreve a creerlo. Ayer aun la humanidad yacía encadenada a la tierra, y hoy, por primera vez en el mundo, se iba a presenciar su liberación, a ver a dos hombres, dos genios o dos locos, pasar sobre los tejados, como habían anunciado, subir tan alto como las nubes, dejarse llevar por el viento y recorrer en el espacio una larga distancia... Era una broma, una fanfarronada. ¿Pilátre y Arlandes? Dos impostores vanidosos...


“Pero súbitamente las conversaciones, las discusiones apasionadas, las palabras escépticas o plenas de esperanza, los gritos, los cantos, las risas, todos los mil ruidos de la multitud callan de un golpe, cortados abruptamente por un espectáculo jamás visto que sofoca todas las gargantas y hace enmudecer los corazones.


“Allá, por el lado del bosque de Bolonia, sobre los vagos terrenos de Passy, asciende majestuosamente un enorme globo de oro y azul, gigante pompa de jabón irisada por el sol otoñal, como las que inflan los niños al cabo de una paja. Ha tomado el vuelo detrás de los árboles del castillo de la Muette y sube rápidamente hacia el cielo. Es exactamente la 1.45 de la tarde.


“Entonces, tras diez segundos de impresionante silencio que ha hecho de París una ciudad muerta, una ciudad cuyo corazón ha dejado de latir, estalla y corre de boca en boca este grito:


“-¡Son ellos! ¡Son ellos!


“Los que pueden ver afirman que es verdad, que el globo sube, que vuela y se acerca. Aquéllos que, peor situados, no pueden todavía ver nada, preguntan ansiosamente a sus vecinos más afortunados, se oprimen, se empujan. Desde las torres de SaintJacques, de Nótre-Dame, de San Sulpicio, que Chalgrin acaba apenas de levantar, bajan gritos de admiración, informes lanzados a plena voz que se propagan rápidamente como reguero de pólvora.


“-¡El globo vuela y se acerca!


“Todo París está fuera de sus casas. Las tiendas, los bares y cafés se han vaciado de un golpe sobre la calle. Los muelles y los puentes del Sena, las plazas, el Campo de Marte y los Inválidos son invadidos por una marea humana. Todos se codean, hablan, ríen o lloran.


“Confundidos en el loco entusiasmo, marqueses, condes y caballeros de peluca empolvada, burgueses, gente del pueblo, oficiales, mercaderes, albañiles, soldados, dragones del Real Alemán, guardias franceses, mozos de restaurante, magistrados, mujeres alegres, ricos y pobres, todas esas gentes que seis años después van a desgarrarse entre sí, a perseguirse sin cuartel en el drama más terrible y atroz de Francia, confraternizan en el mismo delirio, comulgan en la exultante impresión de asistir a un acontecimiento prodigioso que conmueve a las almas sencillas y agita de orgullo y esperanzas a los espíritus cultivados, a todos aquéllos que reflexionan y ponen la mirada en el futuro. ¡El hombre vuela! ¡Se ha libertado de las cadenas de la tierra!


“La montgolfiera, después de haberse elevado por encima del jardín de la Muette, deriva empujada por el viento, se aproxima al Sena y pasa sobre la Visitación de Chaillot a poca altura. Cuando da la impresión de querer subir rápidamente, los espectadores la ven, por el contrario, descender. Distinguen a los aeronautas en la pista circular que les sirve de barquilla y rodea la base del globo, perforada de orificios cuadrados por donde los dos se apresuran a introducir la paja encendida.


“Pilátre y Arlandes, para estar más cómodos, se han quitado la levita y tienen los brazos desnudos hasta los hombros. Vuelan tan bajo, que se escuchan sus voces y sus mutuas exhortaciones a mantener el fuego.


“Cogido en la corriente de aire frío que reina en el río, el aerostato tiene dificultades para franquear el Sena. Vuela un momento a lo largo de la isla de los Cisnes, remonta el río hasta la barrera de la Conferencia. Inquietos, Pilátre y Arlandes alimentan a porfía el fuego, y la montgolfíera se eleva entonces bruscamente.


“Pronto alcanza los 3,000 pies, es decir, cerca de 1,000 metros, y atreviesa el Sena no lejos del Campo de Marte. Pasa lentamente entre la Escuela Militar y los Inválidos, donde la multitud que puebla las avenidas contempla a su placer el globo con su color azul bellamente decorado de atributos y motivos dorados.


“Fuego a bordo.


“La parte superior está pintada con flores de lis que brillan sobre los doce signos del Zodíaco, en el centro lleva las iniciales de Luis XVI, las dos "L" entrelazadas, repetidas cuatro veces y entremezcladas de soles irradiantes. La parte inferior está guarnecida de mascarones y guirnaldas que sostiene el pico de un águila con las alas desplegadas. La galería circular que soporta a los dos áeronautas imita, como la cortina de un teatro, los pliegues de una tapicería carmesí a franjas de oro.


“Desde abajo los espectadores pueden ver repetidamente a Arlandes agitar el pañuelo, "saludando a esos infelices cuya suerte es menos dichosa que la suya".


“Después el aerostato deriva de nuevo bajo el viento y enfila hacia la ciudad,donde los curiosos apelotonados en las plataformas de Nótre-Dame tienen ocasión de verle pasar cerca de ellos, mientras su sombra se proyecta sobre una de las torres.


“Las nubes de humo azul no cesan de salir del escotillón inferjor de la montgolfiera, y Arlandes hace observar a Pilátre que la parte inferior del globo, vuelta en ese momento hacia el sur, "está roída por el fuego y llena de huecos redondos, muchos de los cuales son considerables".


“Con la ayuda de una esponja húmeda se esfuerza "en apagar el fuego que se extiende por algunos de esos huecos", y habiendo advertido que la tela adherida al aro se desprende muy fácilmente, grita a su compañero que es necesario descender. Pilátre se echa a reír y contesta:


“-¡Imposible: estamos sobre París!


“Comprobando que la tela, en parte destruida por el fuego, puede resistir todavía, deciden prolongar el viaje. Pasan ahora sobre las Misiones Extranjeras, dejando a la izquierda "una especie de bosque", que Arlandes cree sea el Luxemburgo, y luego alcanzan los Nuevos Bulevares a la altura del Petit-Gentilly, cerca de un molino de viento denominado Molino de Croulebarbe.


“Las últimas casas de París han quedado detrás de los dos valiente aeronautas. Ante ellos se abre la campiña, donde el viento de otoño hace girar las grandes aspas de los numerosos molinos. Pilátre los ha reconocido. Son los de la Butte-aux-Cailles, réplica de los que, al sur del Sena, erizan la colina de Montmartre.


El globo de Pilátre de Rozier.
“Aterrizaje de Pilátre de Rozier y su compañero Arlandez después de haber volado durante una hora y subido a una altura de 3,000 pies.”

“Los dos aeronautas deciden entonces aterrizar. La montgolfiera desciende.


“-¡Cuidado los molinos!-grita Pilátre.


“Esparce aprisa un manojo de paja en la llama y el aerostato remonta algunos metros para ir a posarse finalmente a corta distancia, sin el menor daño, en una zona libre entre el Molino de las Maravillas y el Molino Viejo.


“Son ahora las 2.20 de la tarde.


“Pilatre de Rozier y el marqués de Arlandes se desprenden sin dificultad del globo, que, al dejar de ser hinchado por el aire caliente, se ha desinflado sobre ellos. Los dos responden alegremente a las aclamaciones de los primeros testigos que han acudido. Entre éstos se halla el duque de Chartres, que, partiendo a caballo de la Muette, no ha cesado de galopar a rienda tendida en seguimiento del aerostato.


“Pronto la multitud llega también y cae sobre la Butte-aux-Cailles. Caballeros, carrozas y peatones se precipitan hacia el lugar a duras penas contenidos por la gendarmería.


“Los admiradores entusiastas inauguran una tradición que aun se halla intacta ciento cuarenta y cuatro años más tarde, cuando Lindbergh aterrizó en Le Bourget tras cruzar el Atlántico: se arrojan sobre Rozier y Arlandes y hacen pedazos sus redingotes para conservarlos como glorioso "souvenir".


“Bien merecen, en efecto, ser conservados. El 21 de noviembre de 1783 es un bello día. El primer viaje aéreo del hombre acaba de ser realizado. Ha durado veintiséis minutos.


“Charles y Robert.


“Sería injusto dejar esos días finales del siglo XVIII sin citar los nombres de otros dos grandes aeronautas: Charles y Robert.


“Mientras los hermanos Montgolfier utilizan exclusivamente el aire caliente como fuerza ascensional, un cierto Charles, físico ya conocido en París, se asocia con los hermanos Robert, fabricantes de aparatos de laboratorio, y les participa la idea de ensayar, para la inyección de los globos, un gas muy ligero acabado de descubrir, entonces llamado aire inflamable, que no es sino el hidrógeno. Los resultados fueron estimulantes.


“El 1° de diciembre de 1783, o sea, diez días después de la sensacional hazaña de Pilatre de Rozier y el marqués de Arlandes, Charles y uno de los hermanos Robert, el más joven de éstos, se declaran prestos a renovar y aun a mejorar lo logrado por sus predecesores.


“La carrera de los records aéreos está en marcha.


“Y de hecho el mismo día, y esta vez no en los arrabales sino en el corazón de París, en plenos jardines de las Tullerías, Charles y Robert han transportado su máquina, cuya navecilla figura un barco decorado con guirnaldas de rosas.


“Si el experimento de Pilatre había despertado la curiosidad general, la salida tuvo lugar lejos del público, en un parque privado. Ahora la ascensión de Charles y Robert va a realizarse en medio de los espectadores. Conocido el acontecimiento, las Tullerías se llenan bien pronto de una multitud mayor que la del 21 de noviembre. Lo mismo que en el caso de Pilatre y Arlandes, se duda del éxito de la nueva empresa. Sin embargo, el triunfo va a ser total.


“Después de un despegue notable, Charles y Robert se elevan rápidamente y se alejan hacia el norte. Dejan Montmartre a su derecha, franquean el Sena por Asniéres y vuelven a pasarlo por Argenteuil, cruzan el Oise en Isle Adam y finalmente aterrizan en el campo cerca de la aldea de Nesle.


“Han estado en el espacio dos horas y cinco minutos y han subido a más de 3,000 metros. Son, pues, poseedores de un triple record de duración, altura y distancia en línea recta.


El globo de Charles y Robert.
“Charles y Robert, despegando de las Tullerías en un globo de hidrógeno, lograron romper el primer récord aéreo establecido por Pilátre de Rozier.”

“El entusiasmo es indescriptible. Por feliz azar, un testigo ocular llamado Mercier tuvo el cuidado de hacer el relato, que ofrecemos aquí, todavía vibrante y cálido después de más de siglo y medio:


“"¡Primero de diciembre de 1783, día memorable! Charles y Robert se elevan en los aires a la vista de una multitud inmensa que llena los jardines de las Tullerías, cuyas puertas han sido forzadas. Cuando se ha visto ese espectáculo, ya no queda nada que ver en punto a reuniones numerosas, ondulantes y variadas. Doscientos mil hombres levantando los brazos al cielo en actitud de asombro, de admiración, de alegría y entusiasmo: unos lloran de temor por los audaces físicos, otros caen de rodillas, abatidos por la sorpresa, el terror y la compasión. Todos los espectadores identificados con los aeronautas, que serenos y tranquilos saludan; la novedad, la majestad de esta soberbia prueba; un sol puro invitando a los viajeros del aire que parecen decir adiós a la tierra, como si se perdieran entre las nubes a las aclamaciones de sus conciudadanos; en fin, ese globo inménso. No: jamás la física ha tenido un momento más extraordinario, más digno del entusiasmo y jamás ese día único volverá a repetirse.


“"Aun cuando no se viniera al mundo más que para experimentar una sensación tan viva, tan profunda, tan deleitable, sería preciso bendecir la existencia".


“Algunos meses más tarde, en la primavera de 1784, también Blanchard logrará hacer volar su famoso barco volante. Sólo seis meses habían transcurrido desde que un hombre, por primera vez en el mundo, había alcanzado la gloria imperecedera de elevarse por encima de la tierra.


“El primer helicóptero.


“Si la fórmula de lo más ligero que el aire acaba de imponerse de la manera más brillante, todavía hay partidarios convencidos de la fórmula de lo más pesado. Indiferentes a las críticas y los sarcasmos, se entregan a sus investigaciones y desprecian a quienes hablan de "experiencias sin mañana". Están seguros de hallarse en el buen camino. ¿Las aves, para volar, utilizan globos inflados con hidrógeno? ¿Son más ligeras o más pesadas aue el aire?


“Entre esos investigadores obstinados que no han visto aun los resultados de sus búsquedas, pero que se niegan a dejarse dominar por el desfallecimiento y sacrificarse a las ideas del momento, es necesario mencionar a dos franceses: Bienvenu y Launoy.


“Bienvenu y Launoy son dos ingenieros, dos "físicos", como se dice todavía en esa época, dos aficionados de todo que trabajan en pequeño, sobre modelos reducidos no mayores que juguetes. En verdad, ni uno ni otro han logrado nunca elevarse en el espacio por sus propios medios, pero, aun en figura de juguetes, acaban de construir una máquina asombrosa.


“Es un helicóptero en miniatura provisto de dos hélices accionadas por un arco de ballena de acero. Cuando las hélices giran, el sistema despega verticalmente y sube con vigor hacia el cielo.


“El 28 de abril de 1784 Bienvenu y Launoy hacen la demostración ante la Academia de Ciencias. Los dos inventores, sin darse cuenta, descubrieron ese día el medio de ascender verticalmente, dando nacimiento a una fuerza capaz de sobrepartar o neutralizar el peso. La sustentación se había logrado.


“El gran problema del helicóptero estaba resuelto. Pero el juguete de Bienvenu y Launoy seguirá siendo ¡ay! un juguete. Un arco de ballena puede hacer girar una hélice no más gruesa que un dedo, pero no una que sea lo suficiente grande para levantar a un hombre. El motor que podrá hacerlo todavía está por descubrir en ese momento.


“Todos esos ensayos, sin embargo, prepararían el instante en que el hombre del siglo XX podría al fin volar por sus propios medios.”



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Última Revisión: 1 de Octubre del 2005
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