Guije.com Cómo ven a Miñoso en el Norte en la revista Carteles que circuló el 11 de Mayo de 1952

Miñoso en Carteles del 11 de Mayo de 1952, Cuba


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Miñoso, Carteles del 11 de Mayo de 1952


Cómo ven a Miñoso en el Norte
Carteles
11 de Mayo de 1952

Tratamos de reproducir el artículo “Cómo ven a Miñoso en el Norte” por Jess Losada lo más fiel posible a como aparece en la revista Carteles, edición que circuló el 11 de Mayo de 1952.Hacemos arreglos mínimos para actualizar la acentuación ortográfica.



Cómo ven a Miñoso en el Norte
“Por Jess Losada

Miñoso
“Miñoso, que nació en Perico y estreno sus anhelos beisboleros en el Central España es un ejemplo de lo positivo que es el deporte en los países libres del mundo. De cuna humilde, de mente despejado y tenaz, Orestes siguió su vocación beisbolero como la siguieron los grandes del deporte de todos las latitudes. Miñoso pertenece al mismo molde de los Dempsey, Babe Ruth, Jesse Owens, Hogen, Weissmuller y entre los nuestros, Befo Avila, Carrasquel, Rodríguez Olmo, Chocolate. Es una fórmula sencillo, emotivo, democrático, que lleva al hombre modesto, de arcilla de pueblo, a las cimas del reconocimiento público.”

“Desde mayo de 1951 hasta la fecha, el pelotero que más atención pública ha recibido se llama Orestes Miñoso. El producto de los campos azucareros de Perico, Matanzas, se ha convertido en figura de primera magnitud publicitaria en el mundillo deportivo de los Estados Unidos. En Cuba se ha escrito mucho menos y se conoce mucho menos de Miñoso que en el Norte. No hay revista que no haya publicado un feature largo y nutrido de la vida deportiva, social y cívica de este fantástico pelotero que electrizó a los parroquianos de las grandes ligas con su actuación de 1951.


“Miñoso alcanzó estatura de grande del béisbol en un solo año; su primera temporada completa en las Mayores. El día primero de mayo de 1951, Miñoso fue adquirido por el Chicago Medias Blancas en una triple negociación con los Atléticos e Indios; ese mismo día debutó en tercera base y animó un home run de heroico metraje. Y durante toda la campaña fue la chispa inspiradora del equipo que volvió a sentir ansias de campeonato. Chicago, la ciudad de los grandes lagos, se vistió de emoción y convirtió a Minnie en su ídolo. 1,328,234 personas pagaron su entrada para ver a la nueva sensación en sepia que, junto al fenomenal Carrasquelito, Nellie Fox, Eddie Robinson, Saul Rogobin, Billy Pierce y el flamante piloto Paul Richards, estaba convirtiendo al club de la familia Comiskey en una posibilidad titular. Durante 34 días, los medias albas se mantuvieron en el primer lugar de la Liga Americana y cuando terminó la zafra Miñoso había hecho historia sensacional en los anales del béisbol grande. Terminó en segundo lugar de la ofensiva del circuito americano con un promedio de .326; fue líder en triples con 14 y máximo estafador de bases con 31. Miñoso fue el blanco favorito de los lanzadores enemigos que lo tocaron 16 veces con lanzamientos al cuerpo y a la cabeza. Tres veces fue lastimado seriamente; pero el ilustre ciudadano de Perico siempre se incorporaba, olvidaba sus dolores y seguía marcando el paso alegre y agresivo en la espectacular carrera del club. Se discutió el caso de Miñoso y los frecuentes dead-balls. ¿Había indicios de racismo en este continuado ataque a la cabeza del negro cubano? Paul Richards explicó: "Es que Miñoso no cede terreno al pitcher. Se para en el plato, bien plantado, decidido y espera el lanzamiento que le gusta, sin importarle las consecuencias. No lo hay más valiente en todo el béisbol".


“Si Miñoso se dedicara a colocar en un álbum las opiniones de los grandes magnates y estrategas de las Mayores, lograría un grueso texto de alabanzas y halagos. Bill Veeck lo vio jugando en un desafío crucial con los Yankees durante la pasada temporada y sentenció: "No hay jugador en las Mayores actualmente que pueda ofrecer más emoción al fanático y al crítico que este Miñoso. Lo considero el más valioso a su club por su juego, por su animación, por su irresistible imán". Paul Richards, el manager chicagoense, es un perenne agente de la grandeza de Miñoso: "Debutó con un jonrón y otro jonrón adornó su último juego de la temporada de 1951. Entre el primero y el segundo, Minnie hizo todo lo que hace un consagrado del béisbol"


“Casey Stengel, manager de los Yankees, elogia a Miñoso: "Ojalá lo tuviera en mí club. No me preocuparía por la perdida de Joe DiMaggio. Es como si fueran dos o tres jugadores plasmados en un solo esqueleto humano". Stengel sabe apreciar. ¡Cómo que Miñoso mantuvo un promedio ofensivo superior a .300 contra los lanzadores yankees a través de toda la temporada!... Y fue siempre una constante preocupación en las bases.


“Bob Lemon, excompañero de Miñoso en los días aburridos de Cleveland, una vez sufrió un jonrón, un hit y una base robada de Miñoso. Después del juego, el cubano fue a visitar a sus viejos amigos en los camarines. Hablaron de muchas cosas y Miñoso se mostró complacido porque los lanzadores indios le respetaban la testa. ¡Ni un solo deadball de Lemon! Orestes explicó en su inglés chapurreado: "No pelotazo en la cabeza porque tú amigo mío; yo también amigo tuyo"... Lemon, con su vena humorística en plena producción, ripostó: "Pero, Minnie, ningún amigo mío me obsequia con un jonrón y un hit en un mismo día... Has dejado de ser amigo de verdad".


“Bucky Harris también está incluido en la espontánea claque de Miñoso. "El sueño, el ideal de un manager de pelota, es tener a nueve hombres como Miñoso en su team, ¡pero esas cosas no se dan!


“En septiembre, 1951, las esperanzas de los Medias Blancas se habían esfumado, pero el entusiasmo del fanatismo de Chicago por Miñoso se mantenía a todo vapor. Se decretó el día de Miñoso en el parque Comiskey y el cubano fue objeto de ricos halagos sentimentales y también de testimonios materiales. Cuando llegó a su casa tenía un automóvil, un televisor, dos radios, una cámara de tomar películas, maletas, relojes y trajes. A su llegada a La Habana en octubre, Miñoso fue objeto de múltiples demostraciones de cariño. El presidente Carlos Prío lo recibió en Palacio y regaló un cheque de $500 para contribuir a la fabricación de su casa. Un comité de Perico logró reunir miles de dólares. Fueron tantos los homenajes -Miñoso no desdeñó uno solo-que el héroe del Chicago perdió la forma y tuvo una pobre temporada con el Marianao. Hoy, en su segundo año de liga grande, Miñoso está luchando con el llamado jinx o jettatura, que es el virus psicológico que afecta a muchos grandes de primer año. No se trata, claro, de un problema del Más Allá. El fenómeno del segundo año se explica fácilmente si se considera que el novato que triunfa en su primera temporada lleva al segundo año la responsabilidad de mantener su prestigio y tiene que luchar contra la organización defensiva de los clubes rivales. En su primer año, Miñoso no tenía meta fija; su objetivo era hacer todo lo más posible. En su segundo año tiene la preocupación de no caerse del pedestal. En su primer año los coaches, los catchers, los lanzadores y los managers no lo conocen a fondo. En su segundo año ya conocen sus debilidades y saben cómo lanzarle, cómo tratarle en las bases. Pocos conocen el complejo sistema de espionaje que utilizan los clubes de las Mayores para descifrar el estilo, la forma, la idiosincrasia, de cada jugador. Y únicamente los verdaderamente grandes pasan esta prueba psicológica del segundo año. Miñoso ha comenzado este año de 1952 con menos pujanza que el pasado. Pero está reaccionando y, además, es prematuro para juzgar lo que podrá hacer de aquí a septiembre. ¡Bien merece la extensión de un crédito!


“Cuando un atleta alcanza el estrato de estrella, la fórmula de escudriñar su pasado-la historia de su vida-es un expediente irremediable. Pero en esta pauta, que nunca deja de ofrecer un patrón de interés humano, se revelan las causas básicas del triunfo individual y se comprende hasta que punto hace falta en la vida coraje, consistencia y fe para llegar a la meta. Miñoso lucho como lo hacen todos los luchadores que llegan a la meta de sus aspiraciones. Venció obstáculos y defendió el ideal que matizaba su triste existencia de obrero pobre. A los 14 años de edad -1937- Orestes trabajaba en La Lonja, colonia del Central España. Sus pupilas habían retratado un ideal que se había convertido en obsesión. Había visto en acción a Martín Dihigo, el gran jugador cubano. Y le encantó su manera de jugar a la pelota. Desde entonces hizo un apunte mental: "Quisiera poder jugar algún día como Dihigo". Organizó su team en Perico. Fue catcher porque hacía falta un receptor y nadie quería la posición detrás de la máscara. La mamá no quería que fuera pelotero... pero si insistía en serlo, que no fuera catcher.


Miñoso al bate.

“Orestes entonces jugo otras posiciones. La que fuera necesario jugar. Una vez lanzó un juego de "no-hit-no-run". Jugaba el infield o el outfield. La mamá murió antes de que Orestes cumpliera 18 años. Nunca lo vio convertido en jugador de primera clase. En 1944, durante el tiempo muerto, visito a una hermana en la capital y consiguió trabajo en la fábrica de dulces La Ambrosía. Y claro, jugó con el team de La Ambrosía. El padre, en Perico, siguió el patrón de muchos padres: "No debes matar el tiempo jugando a la pelota... tienes que estudiar para ser algo en la vida... Si sigues así te pesará algún día..." Pero no le ha pesado a Orestes. Hoy gana muchos miles de dólares y la mayor parte del dinero que gana lo gasta con su familia, pues sigue siendo soltero.


“Sus primeros pasos profesionales no fueron muy exitosos. Dejó La Ambrosía en 1945 y se fue a Santiago de Cuba a jugar semipró. De aquí fue firmado para el club Marianao, con su primer buen sueldo de pelotero. Bateó .301 en su primer año profesional y fue elegido el "rookie del año". En 1946 Fernández se lo llevó para Nueva York, para jugar con los New York Cubans. No fue un éxito instantáneo con los Cubans, pero lo firmaron para 1947, porque el muchacho tenía mucho empeño en dar la talla y exhibía una velocidad y un coraje poco comunes. Ese fue su año decisivo. Bateó para .339 y fue observado por Abe Saperstein, el empresario de los famosos Harlem Globe-trotters -basketbolistas de fantasía- que en aquella época revisaba el material humano en las ligas de color para Bill Veeck, que operaba entonces a los Indios de Cleveland. En 1948 Bill Veeck lo firmó, enviándolo a la sucursal de Cleveland, en Dayton. En 1949 reportó al campo de entrenamiento de los Indios en Tucson, Arizona. Pero allí estaban Al Rosen y Ken Keltner, que lucían superiores a Miñoso. El cubano fue olvidado. Lo enviaron a San Diego, otra sucursal india. Jugó la temporada de 1950 con San Diego. Bateó .340, incluyendo 20 cuadrangulares, 10 triples, 40 dobles y 30 bases robadas. Anotó 130 carreras y empujó 115. En 1951 se incorporó a los Indios de Cleveland. Pero no podía jugar de regular. Rosen se mantenía en tercera y Al López, el director de los Indios, tenía más fe en el negro Harry Simpson para el outfield que en Miñoso. La tarea de Orestes durante el primer mes con los Indios se redujo a sustituir a Easter en primera en algunas ocasiones. Pero si los Indios no encontraban un puesto adecuado en las líneas regulares para Miñoso, había un hombre que lo recordaba porque mucho trabajo le había proporcionado el cubano bateando y robándose bases. Ese hombre era Paul Richards, el nuevo manager de los Medias Blancas, que había sido piloto de los Rainers de Seattle y que tenía a Miñoso en un club rival. Así se consumó el triple negocio que convirtió a Orestes en propiedad del Chicago. Y así se escribe la historia de un big leaguer. ¿Quién sabe si Miñoso se hubiera desalentado en el banco de los Indios? Este rescate, en el momento crucial de su carrera, puede haber sido el estímulo psíquico que convirtió a Orestes Miñoso en un consagrado de las Mayores. Y ahí está la lección básica para todo jugador con aspiraciones: El camino es duro, difícil, poblado de obstáculos. No basta con ser bueno... ¡también hay que tener coraje y consistencia para esperar la oportunidad!



Cómo ven a Miñoso en el Norte en la revista Carteles que circuló el 11 de Mayo de 1952.





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