Guije.com Qué es y cómo es la Madre en la revista Carteles que circuló el 11 de Mayo de 1952

Qué es y cómo es la Madre en Carteles del 11 de Mayo de 1952, Cuba


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Qué es y cómo es la Madre, Carteles del 11 de Mayo de 1952


Qué es y cómo es la Madre
Carteles
11 de Mayo de 1952

Tratamos de reproducir el artículo “Qué es y cómo es la Madre” por Alberto Baeza Flores lo más fiel posible a como aparece en la revista Carteles, edición que circuló el 11 de Mayo de 1952. Hacemos arreglos mínimos para actualizar la acentuación ortográfica.



Qué es y cómo es la Madre
“Por Alberto Baeza Flores

La Madre por Vitorio Macho en el artículo Qué es y cómo es la Madre

“El sitio humano de la madre. -Consejos a la madre joven. -El día de la meditación amorosa. -Conflictos del amor materno. -Dos rosas de emoción y de ternura.


“Es posible que si preguntáramos, de pronto, al hombre de la calle, al transeúnte apresurado o despacioso de cada día, qué es la madre, cómo es la madre que él adora, desde el fondo de su corazón; si le pidiéramos que nos dijera -de acuerdo con este cariño- lo que representa la madre -como emoción y humanidad-, es probable que el interrogado no supiera expresarnos, en palabras, lo mucho que la madre significa en la tierra y, acaso, nuestro entrevistado, nos diría, en frases vagas o en un silencio, elocuente por su contenida emoción, cómo es de grande este cariño cuando cuesta expresarlo con palabras oportunas. Es que siempre que una imagen contiene mucha emoción, en la medida de esta emoción deja un tanto mudo al idioma. Cuando el amor es mucho recurre, en su arrebato emotivo, al silencio o al beso; las palabras acudirán antes o después. Así este amor hacia la madre vive mucho más de gestos, de acciones, de ternuras silenciosas, de comprensivos ademanes, que de palabras que puedan explicarlo. Y la madre, que está al comienzo y al fin de cada existencia (al comienzo como creadora de ternura vital y al final como recuerdo sublime de esta ternura) sigue siendo acaso la más importante formadora de la vida de la criatura, porque cuando llega la esposa o el esposo, a la vida del hombre o la mujer, lo que encuentra es, hasta cierto punto, lo que ha podido y querido hacer la madre en esa existencia. Por eso ha escrito André Maurois, en sus Sentimientos y Costumbres, que los optimistas que, a pesar de los fracasos, a pesar de las desgracias, conservan hasta el fin su fe en la vida, fueron, por lo general, educados por una buena madre. A la inversa, la mala madre, la madre torpe o injusta, es para el niño la más trágica iniciadora. A ella se deben los pesimistas y los inquietos. En su novela El Círculo de Familia, trató Maurois del conflicto del hijo y la madre y de cómo de este choque de sentimientos puede desprenderse el hijo con el alma envenenada. Stendhal y Lawrence han estudiado un caso contrario: el de la madre demasiado sentimental que puede hacer mucho mal, despertando en el hijo demasiado pronto, sentimientos violentos y apasionados que no son de su edad.


“La vida es, como se ve, más difícil y complicada a como aparece en nuestra infancia -mundo de ensueños y de candores- pero no difícil de comprender y de perfeccionar, de transformar en una verdadera creación hermosa, si hay voluntad, deseo y paciencia para hacerla.


“Conviene no olvidar, en el día de las madres, cómo ha de ser la madre, para que su ternura rinda mejores frutos; porque la madre nace con el don de su ternura materna, pero la vida le va perfeccionando, con sus consejos y experiencias -si las sabe aprovechar- esta gracia de humana creación y formación de otras vidas. Y ya sabemos que lo más importante en la madre no es tanto el hecho biológico y heroico de la maternidad, sino esa otra maternidad espiritual, formadora, de cada hora, de cada día, ante la cual todas las otras labores, todos los otros trabajos, todas las heroicidades juntas, parecen empalidecer y callar.


“Pero, volvamos a los consejos de Maurois, que son justo homenaje en este día, porque llevan a meditar y a pensar en las perfecciones de este oficio supremo de la madre.


“Consejos a la madre joven.


“El carácter se forma desde los primeros meses de la vida -afirma Maurois-. Al año, habréis modelado ya un ser que aceptará una disciplina o que no reconocerá ninguna. Con frecuencia oigo decir (y yo mismo lo he dicho a menudo): "Se tiene poca influencia sobre los hijos; los caracteres son como son y no se puede hacer nada".


“Pero en muchísimos casos se hubieran podido rehacer estos caracteres por la primera educación que es en la que menos se piensa. Se impone desde los primeros días de la existencia de un ser acostumbrado a una norma, pues quien no admite ninguna disciplina está destinado a sufrir. No hay niños mimados para la enfermedad ni para el trabajo. Cada uno traza su propio camino, duramente, a golpes de podadera y de hacha, a golpes de paciencia, de resignación y de tenacidad. Mas el niño mimado vive en un mundo fantástico y falso; cree, hasta la muerte, que una sonrisa o un rapto de cólera producirán compasión o ternura. Quiere ser amado "gratuitamente", como lo fue de sus padres demasiado débiles. El doctor Adler ha mostrado cuánto daño puede hacerse y cuántas neurosis han sido engendradas por ciertas madres que, teniendo varios hijos, no han sabido ser imparciales. El lugar que ocupan los hijos, según el orden de nacimiento, juega un papel bastante grande en la formación del carácter. Hay que evitar, también, que los hijos se enteren de las desavenencias entre los padres. Pensad en el mundo de hadas en que vive el pequeño y en el horror que le invade al descubrir que hay guerra entre sus dioses. Al principio sufre. Luego, pierde el respeto. El hombre y la mujer que en la vida se rebelan contra todo, son, en muchos casos, aquellos que descubrieron el gran desacuerdo existente entre lo que sus padres aconsejaban y lo que hacían. Una hija que ha despreciado a su madre, despreciara más tarde a todas las mujeres. Un padre tiránico hará que durante mucho tiempo sus hijos, y sobre todo sus hijas, se representen el matrimonio como una temible esclavitud.


“El día de la meditación amorosa.-


“Otras veces, en el umbral del Día de las Madres, he escrito, sencillamente, el homenaje emocionado al gran don. Esta vez he querido que la meditación no se encamine tanto por senderos solamente emocionados, sino por caminos meditativos, en reposado amor y recogimiento. Pienso que mucha madre joven detendrá su corazón y su fervor ante el título de esta recordación a las madres, y que se irá internando, por sus párrafos, como por un pequeño bosque. He querido, pues, copiar una pequeña y grande lección de un meditador de almas; repetir los consejos de André Maurois, porque todo lo que es provechoso, constructivo, eficiente, necesario, se ha de reiterar y difundir. Un artículo, conmemorativo, en periódico o revista, no ha de ser meramente informativo; ha de llevar, en todo lo posible, una breve lección, un poco de ayuda, de adelanto, de meditación, de mejoría. Si el lector no encuentra sustancia, irá a otra cosa.


“He hablado aquí de la madre joven, o de las adolescentes que un día se enfrentarán al serio destino de modelar una o más criaturas; de hacer del pequeño niño, un hombre; de la diminuta niña, una mujer. Tiene, esta función, mucho de divina, porque es formar, casi de la nada, todo un pequeño o gran mundo humano. Esto pone gran reverencia, suma emotividad, a la celebración de un día, especial, dedicado a la madre (a la que se ha de amar, siempre, todos los otros días del año). Este día de la madre no tiene, para mí, mejor destino y propósito, que el ser, más que un día de amor, un día de meditación hacia la madre (aunque la meditación lleva, encerrado, un gran amor). Se ama a la madre cada día del año; se ha de amarla cada hora, cada instante; no es, pues, éste, un día dedicado solamente al amor o al recuerdo del amor hacia la madre, sino, más bien, a meditar en ese amor, a pensar en esa ternura suya y a comprenderla mejor. Y yo creo que, también, en este día, mucha madre ha de pensar, viendo la ternura meditativa de sus hijos y sus hijas, en el trayecto recorrido y en lo que aun queda por andar.


“Pero esta misión humana de la madre es tan delicada, y tiene tantas acechanzas y peligros que, no pocas veces, es la misma fuerza de un amor demasiado desmedido y absorbente, el que puede traer zozobras a la vida del hijo.


“Ya vimos, a grandes rasgos, cómo suele ser deformadora una ternura demasiado mimosa, demasiado absorbente y excesiva, que le de al hijo un sentido tan equivocado de la vida, que le haga sentir el mundo como palacio de cristal. La realidad le mostrará que la vida, si tiene de flor y aroma, tiene también de espina y de fango; que no todo es alegría y sonrisa, y que el dolor nos visita con más frecuencia que el júbilo.


“Pero hay, también, un peligro en la madre que se niega, en su amor, a que sus hijos-ya grandes-vivan su vida, la existencia particular que les corresponde.


“Conflictos del amor materno.


“No cabe, en esto de la excesiva ternura materna, fijar límites o zonas, desde donde esa ternura empieza no a levantar la vida de la criatura, sino a ahogarla. Pero he conocido casos en que este demasiado amor de la madre, ya madura, no admitía que el hijo o la hija cumplieran, a su vez, con la vida que ella un día enfrentó: la formación de un hogar aparte y la educación de los hijos, necesaria coronación de todo hogar.


“Cuando la madre ve en la nuera o el yerno no una prolongación de su familia, no una nueva ramazón complementaria, y un necesario y humano aporte a la felicidad de su hijo o su hija, el conflicto estalla como una pequeña o grande tormenta. Se necesita todo el tacto, toda la comprensión, todo el cariño, para admitir, en un momento dado de la vida, que el hijo y la hija deben, a su vez, formar sus respectivos hogares. Toda hora de partir es una hora delicada y dolorosa, pero hay una forma de no despedir nunca a los hijos, que van a formar nuevo hogar, y es no restar, opacar, empañar o deslucir la dicha de ellos-con visibles o invisibles resentimientos-, sino aumentarla con mayor comprensión y una más honda ternura. Toda madre, en vísperas del matrimonio de la hija o el hijo, no debiera pensar en que se trata de una despedida de la criatura que tanto dependía de ella, sino de un complemento de su mismo amor, porque los nietos le darán una ocasión de cariño donde su ternura no tendrá que expresarse en regaños, sino en consentimientos y mimos deleitosos. La madre que no ve en su nuera una usurpadora del cariño de su hijo, sino una aliada, una cooperadora de su amor, tendrá siempre el cariño del hijo, sin sombra de nube alguna, porque nunca habrá, por ella, conflicto entre los sentimientos en juego. Y será, siempre, hermosa dicha, aumentar la feres que están cerca del corazón y de la vida.


“Dos rosas de emoción y de ternura.


“Finalmente, bien está dejar este acento de recomendación, de prevención, sutil, a males que el buen amor puede evitar a tiempo. Bien está, en esta nueva celebración del Día de las Madres, traer dos elogios finales, que he estado leyendo estos días, y que vienen de dos poetas muy diversos en sus modalidades líricas, obra y vida. Paul Verlaine -a quien tanto admiraba nuestro Rubén Darío-escribió, en sus Confesiones, uno de los más tiernos elogios a la madre anciana. Paul Valery, tan diverso al bohemio, desventurado y enfermizo Verlaine, escribió en sus Poemes en prose, una de las páginas más tiernas, de elogio a la madre joven. La joven madre se llama, precisamente, la página maravillosa del gran poeta puro, de quien se ha dicho que ha sido el temperamento más líricamente sabio de nuestro siglo XX. Este elogio de Valery es como una rosa roja, viva, fragante, para pensar en la madre a quien tenemos la dicha de ver, de oír, de sentir, cerca de nosotros, cada día. El elogio de Valery nos recuerda los momentos en que fuimos como un manojo de ternura en sus brazos.


“"La joven madre respira lo más puro de su misma sustancia en las mejillas del pequeñuelo que sostiene. Lo aprieta contra sí, para que permanezca siempre ella misma. Ella estrecha al que ha hecho. Olvida y se regocija de haberse entregado, pues que se recupera y se vuelve a encontrar, indefinidamente, por el tierno contacto de esta carne cuya frescura la embriaga. Y es inútil que sus lindas manos aprieten el fruto que ha concebido, siéntese absolutamente sin mancilla y como una virgen colmada.


“"Sus ojos distraídos acarician los follajes, las flores y el espléndido conjunto del mundo.


“"Ella es como un filósofo y un sabio natural que ha encontrado su idea y que se ha construido lo que había menester.


“"Duda si el centro del universo está en su corazón o en el corazoncito que late entre sus brazos y que hace vivir, a su vez, todas las cosas"


“¿Qué agregar, después de elogio tan justo y tan bello? Hermosura y verdad se dan la mano en el cuadro-todo luz, todo ternura, todo temblor de corazón del poeta.


“Y, ahora, esta rosa blanca, del recuerdo, de la evocación, del amor, ternura y recogimiento en la emoción de Paul Verlaine:


“ "Luego, mucho después, cuando yo me hube hecho hombre, ¿para qué?, y envejecido, ¿por qué?, acostumbraba ella, vencida al fin por mi adolescencia tumultuosa y mi madurez peor todavía sobre este particular, a decirme, con ocasión de nuestros disgustillos, en forma de amenazas en las que bastante sabía ella que yo no había de creer: "¡Ya verás, vas a dar lugar a que un día me vaya y no vuelvas a saber de mí!" No; no había ella de cumplir la amenaza, y la prueba es que murió de un enfriamiento que le sobrevino, asistiéndome en la enfermedad que todavía no me ha soltado. ¡Bueno! ¡Pues yo pienso mucho, casi continuamente estoy pensando en ella; reñimos, comprendo que he hecho mal, corro a confesárselo, a pedirle perdón y echarme a sus plantas, henchido del pesar indecible de haberla afligido y de un cariño inefable, dispuesto a ser en adelante todo de ella y para ella! ¡Pero ya no existe! Y el resto de mi ensueño piérdese en la creciente congoja de una infinita búsqueda inútil. Al despertar, ¡oh, alegría!, mi madre no se ha apartado de mi vera, nada de eso es verdad; pero, golpe siempre terrible, al punto vuélveme la memoria; ¡mi madre ha muerto, era verdad!"


“He aquí las dos rosas, pero yo las sigo viendo casi como una sola rosa de un igual color, porque todo el que ama el recuerdo de la madre muerta y sigue, en la vida, lo mejor de su ejemplo, de su ternura, de su lección, es como si la tuviera siempre delante, y el amor a la madre, cuando este amor es verdadero, solamente conoce la forma viva de amar: quererla con palabras, con acciones, con ternuras, en actos, si la madre está viva; imitar lo mejor de su ejemplo, seguir llevándola en el corazón, dialogar con su recuerdo, si la madre -como en el poema de Verlaine- ya no está a nuestro lado para recibir ese gran beso de ternura convertida en emoción.”






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