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“Martí, Cronista Parlamentario” |
por El Duende del Capitolio |
Tratamos de reproducir el artículo “Martí, Cronista Parlamentario” por El Duende del Capitolio lo más fiel posible a como aparece en la revista Carteles, publicada en La Habana, Cuba, el 27 de Enero de 1952. Hacemos arreglos mínimos para actualizar la acentuación ortográfica. |
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“Martí, Cronista Parlamentario” |
“por El Duende del Capitolio” |
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“En la sesión solemne que todos los años consagra a Martí el Senado de la República, hablará este 28 de enero Santiago Rey, el senador de la verba florida. Ignoramos aun el tema de su discurso. Pero cualquiera que sea, será desovillado bien por el doctor Rey Perna. ¡Ah, si el Duende que suscribe pudiese, como sus colegas de los viejos castillos ingleses, dar algunas voces en la noche del aniversario en que nació Martí, gritaría que todavía estamos debiendo al Apóstol un homenaje por sus doces parlamentarias! Efectivamente, ¡qué gran orador hubiera sido Martí en el Congreso cubano, de no haberlo derribado la maldita bala de Dos Ríos! El amaba particularmente ese tipo de oratoria. En sus crónicas-; estupendas crónicas que, sin embargo, no quiso firmar sino con el humildísimo seudónimo de "M de Z"! -para La Opinión Nacional, de Caracas- le hierve una noble pasión por el discursear congresil. Los diputados de las Cortes en la España de 1881, mueven la que entonces se denominaba sonoramente su péñola, porque no habían nacido la pluma de fuente, industrializada en serie, o la impersonal maquinilla de escribir. Martí hacía en México y en New York artículos que lo sitúan como precursor de un género literario que había de cultivarse tanto y tan bien en Francia y España. (Valdría nombrar entre los españoles a Azorín, que pasa por iniciador de la reseña literaria del Congreso. Años después las urdirían cronistas de alto coturno, e incluso los que a un tiempo mismo fueron en las Cámaras francesas y españolas, grandes actores y excelentísimos críticos, como Herriot e Indalecio Prieto). |
“Pues bien: Martí resulta el padre de esa modalidad periodística. La crónica parlamentaria, rehogada con sus mejores salsas, que describe la escena y los personajes; anota los momentos dramáticos o cómicos del debate; traza, en dos rasgos, la silueta del orador y proporciona, en fin, la película de la sesión, ha sido escrita, primero que nadie, por José Martí. El y Enrique Pyñeiro -como dije en otra ocasión, refiriéndome a una preciosa crónica del Parlamento francés, publicada en las Hojas Literarias, de Sanguily (también con seudónimo), son los modelos de ese modo de reseñar las discusiones en el Parlamento, que estuvieron tan en boga y que sirvieron para descubrir, consagrar a escritores como Wenceslao Fernández Flórez, por poner un solo ejemplo entre muchos. |
“Que Martí fue el primero y más soberbio ejemplo de cronistas parlamentarios en nuestra lengua, se demuestra fácil, contundente y sencillamente. No hay más que recorrer sus crónicas de La Opinión Nacional. Recorrámoslas. Empieza por describir el escenario del Parlamento español: un edificio que "dos leones custodian y Cervantes avizora con su eterna mirada broncínea", como dije Antón del Olmet, buen seguidor de Martí en la crónica del Parlamento "Magnífica casa ha construido España -describe el Apóstol- a los elaboradores de sus leyes. Ampararse de aquel pórtico griego; pasar la mano sobre los músculos de bronce de los leones que lo guardan; detenerse, con la muchedumbre de curiosos que aguardan asiento o de tristes que cazan empleos en aquel saloncillo donde, con tarjetas, recados y cartas enoran y salen al templo famoso los ujieres de la casa de representantes; o, ya más felices, penetrar del brazo de un caballero diputado por aquellos solemnes corredores y gigantes salas, que parecen al neófito entusiasta pobladas de grandiosas sombras o henchidas de rumores sacerdotales, es para un hombre de nuestra raza un placer beneficioso y penetrante, que le dispone a todo acto de bravura, noble empleo de la mente y heroica maravilla". |
“La pluma -la péñola- se le ha ido en la loa. Martí, dándose cuenta, rebaja entonces el solemne prosar con unos toques de finísima ironía: "Claro que luego de tratar con los sacerdotes del supuesto templo, se abre Sésamo, sin que por ello se hallen los dineros del Conde de Montecristo; se rompe el encantó y no son siempre apóstoles incólumes, ni labios vírgenes de interesada apostasía, ni seres descomunales los que halla el imparcial curioso en el palacio desencantado". |
“De tan gráfica e incisiva presentación de la escena, Martí pasa a la dramati personae: "Oíanse como los golpes sonoros y recios de una maza de plata, y era Martos que hablaba; y se vieron luego como llamas volantes y columnas de humos de colores y aves fantásticas de asiáticos plumajes y pálidos geniecillos de crepúsculo revolotear por el anfiteatro, y era el discurso triste, ondulante y cadencioso de Castelar desalentado; y luego pareció que un oso despedazaba entre sus brazos colosales a un jilguero, y era Cánovas que con implacable seguridad analizaba la política inquieta de Sagasta; y semejó después que una astucísima zorra se deslizaba por entre las garras del oso robusto, y era el discurso de réplica de Sagasta, flexible, impalpable, luciente, ágil como joya de acero florentino". |
“Cronista maravilloso, Martí deja en imágenes rápidas, exactas y nuevas, la impresión de un momento. En ese torneo de las Cortes de España, las palabras son algo así como las gruesas gotas de agua que caen en los primeros momentos de la tormenta". O establece, al pasar, paralelos plurales. "Hay siempre un parecido entre los hombres de la política española y los de la política francesa. Castelar, por ejemplo, sueña con Gambetta. El mariscal Serrano, con MacMahón. Sagasta sueña con Thiers. Martos es quizás el más original". Y leed este instante tumultuoso de sesión: "No quieren que hable Cánovas. El debate está cerrado. El discurso de Sagasta le ha puesto fin. "Basta, basta!". "¡A votar!". Hablan a un tiempo aquellos tres centenares de hombres iracundos. Pónense en pie. Incrépanse con increíble dureza. Abandonan unos sus bancos, otros mueven sus manos como si fueran a usar violentamente de ellas; otros salen precipitadamente para dar calma al enojo o para darle empleo... "¡Orden, orden!", claman inútilmente los ministros. "¡A vuestros asientos, señores diputados:" "Respetad al que merece respeto, diputados de la mayoría", exclaman junto a Martos, Moret y Castelar, los diputados demócratas. |
“"¡No abuséis de vuestro poder!", silban las galerías. De pie están en sus tribunas las damas, los diplomáticos, los generales. Ebrio y rojo de ira en su sillón presidencial, ronca la voz, rota la campanilla y fatigado el puño, el presidente Posada Herrera. Exasperado, Cánovas se sienta. Y la furia fue ya entonces la dueña de la casa. Vítores estruendosos saludan al vencido; silbos e injurias caen sobre los vencedores; cruzándose denuestos entre los diputados; trábanse y decídense lances personales; muéstranse los diputados los puños amenazadores; indigna la violencia, disgusta el descortés tumulto: asorda el ruido". |
“Todo esto -y otras muchas impresiones más, que recogería de buena gana un ensayo y no puede ni aludir un articulejo- las escribe Martí acaso en la hostería amiga de Carmen Miyares, en Nueva York. Le bastan las noticias que le trae el correo de España, para que su poder de imaginación, su capacidad evocadora cosa de recuerdos, y sobre el burdo cañamazo de reseñas de periódico, borde crónicas parlamentarias llenas de verismo, de colorido, de vigor. La prosa de Martí, ágil y barroca a un tiempo mismo, retrata en sus notas del Congreso a sus líderes con dos trazos geniales -¡qué lástima no poder reproducir el que hace de Sagasta, por ilustre ejemplo!- o describe momentos en que León y Castillo, con voz tan robusta como robusta cerrilidad, les dice a los diputados cubanos: "!Esa autonomía que nos pedís es irrevocablemente imposible!" o el instante, curiosísimo y actualizado, en que Güel y Renté, senador por la Universidad de La Habana, pregunta al Gobierno por qué Gibraltar no vuelve a poder de España... |
“En sus antológicas crónicas parlamentarias -dignas de un tributo de los cronistas actuales y de los representantes periodistas- Martí, a veces, pellizca las posaderas de los farsantes o hace pasar las discusiones sobre Cuba, los grandes debates en torno a los problemas de los presupuestos de la España de la época. Y se mueven allí, con animación cautivadora, todas sus figuras de entonces, el repúblico Ruiz Zorrilla y el monárquico marqués de la Vega de Armijo; el mílite Serrano y el civilista Cristino Martos... Instantáneas de sesiones, debates narrados en síntesis afortunadas o pormenorizados hasta, en sus más mínimos incidentes, ambientes pintados de mano maestra... |
“Y repetimos, para espejo de cronistas parlamentarios, que el incubador de ellos, que fue Martí, hilvanó sus cuartillas muchas millas mar adentro de lo que pintaba, realzaba, engrandecía o desdeñaba... Un mérito más sobre cuantos adornan a las primigenias e imponderables acotaciones de Martí, el primer cronista parlamentario -primero en todos sentidos- de habla española.” |
José Martí, Apóstol de la República de Cuba |
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